Wilfredo Bolívar
FUENTE:
Wilfredo
Bolívar, “Araure, una historia para la Historia", Maracay: 1984,
Editorial El Aragueño, Capítulo V, ps. 129-184.
Antecedentes
de la Batalla
Como expresó el historiador
ecuatoriano Alfonso Rumazo González, la “ruta de fuego” de la Campaña
Admirable, no libera totalmente el territorio de Venezuela. Primero, porque la
marcha acelerada de las operaciones había dejado sin defensas la retaguardia
del territorio; y segundo, por la creencia en Bolívar que el pueblo venezolano
correspondería al gigantesco acto heroico emprendido desde Nueva Granada. No
correspondió. Como dirá el Libertador años después, el amor a la independencia
y a la libertad no se había generalizado todavía[1];
y el temor impuesto por los españoles obligaba y oprimía a los indefensos
pueblos.
Eran varios los matices del
año trece. El hecho de que Venezuela era un país roto en tres partes:
Maracaibo, Coro y Puerto Cabello realistas, obligaba a Bolívar a continuar la
lucha. La Provincia de Barinas y Caracas eran suyas, mientras Cumaná y
Barcelona lo eran del “Libertador de Oriente”, Santiago Mariño. Ambos, aunque
Libertadores, no se habían unido en una sola fuerza, y estas debilidades
constituían materia provechosa para los realistas, quienes se animaban con
todas las ocurrencias políticas sucedidas en España y sus incidencias en la
antigua Capitanía General venezolana.
Las noticias de Europa no eran
muy alentadoras para los patriotas. Bonaparte ha sido expulsado de
Madrid, Wellington y los ingleses han infringido derrotas decisivas a los
franceses en Vitoria, y la Península, al verse a punto de ser librada por los
invasores, preparará el retorno al Rey, lo que supondría un fortalecimiento de
la Monarquía, tanto en España como en América.
Los realistas envalentonándose
con tales noticias se agrupan mejor. Coro, Maracaibo y Puerto Cabello serán
fortalecidas por Monteverde, mientras José Yáñez opera en San Fernando de Apure
para avanzar al centro del territorio.
Bolívar, tomando en cuenta la
escasez de contingente, trata de establecer negociaciones con Monteverde a fin
de canjear prisioneros de ambos bandos. Eran casi cuatro mil realistas y unos
ciento veinte soldados republicanos[2] encerrados
en los pontones y castillos. Entre los prisioneros realistas estaba el Capitán
Francisco Mármol, quien estuvo destacado en la Villa de Araure por órdenes de
Monteverde[3].
Pero estas transacciones se harán difíciles y la guerra no puede esperar.
Simón Bolívar reorganiza el Ejército y comienza a destacar guarniciones defensivas en diferentes poblaciones. Urdaneta irá a Valencia, Tomás Montilla a Calabozo, Campo Elías al Tuy, Florencio Palacios a Guanare y García de Sena a las regiones de Barquisimeto con vistas a un avance sobre Coro y Maracaibo[4]. La Villa de Araure ha quedado parcialmente protegida. Con estas pocas fuerzas lo que puede hacerse es sostener las acciones en el Centro, Occidente, y el Sur de Caracas, mientras los Libertadores de Oriente cooperan con algunas tropas para enfrentar a un nuevo caudillo que ha nacido en los llanos: José Tomás Boves. Entre agosto y septiembre de 1813, Bolívar actúa personalmente en el sitio contra Monteverde en Puerto Cabello, junto al heroico Atanasio Girardot y Rafael Urdaneta.
Puerto Cabello se hará
difícil. Los españoles del lado del mar se mueven libremente. Mientras
Monteverde fusila prisioneros, los patriotas apresan españoles. Se insiste en
el canje de prisioneros: sin resultado. Se intentan asaltos, sin éxito. Estamos
a fines de agosto de 1813 y la victoria parece lejana. A sólo veintidós días de
sitio, una fuerza española de 1.200 hombres del Regimiento de Granada, al mando
del Coronel Salomón, fondea sus naves en Venezuela el 14 de septiembre de 1813.
Bolívar ordena la retirada y viaja a Caracas.
En la capital, el Libertador
prepara tropas al mando de reclutas, y espera hacer una batalla campal, es el
último riesgo y recursos que le queda. La Batalla se da en Bárbula el 30 de
septiembre, y en ella se inmortaliza el joven antioqueño Atanasio
Girardot. Otra batalla se libra el 3 de octubre: Las
Trincheras, y la derrota de Monteverde es contundente. Herido de un balazo en
la quijada, tendrá que alejarse del escenario de la guerra, dejando en el mando
al Coronel Salomón.
¿Qué pasaba en Occidente y el
Sur?
García de Sena en Barquisimeto
había destruido a Reyes Vargas, Torrellas y Quintero el 12 de septiembre en
Cerritos Blancos; mas, en cambio, el realista Yáñez, después de derrotar al
Coronel Taborda el 29 de septiembre en Achaguas, se hacía sentir ya en las
regiones inmediatas a Barinas y Guanare. Por su
parte, pese a los éxitos del Coronel Tomás Montilla en Calabozo, el Coronel
Padrón, patriota, después de dejarse sorprender en Santa Catalina, dejaba un
poco libre la ofensiva hacia los llanos occidentales[5].
Todos estos combates asoman
una posibilidad: José Ceballos con sus tropas de Coro podría concentrarse en
Barquisimeto junto a Yáñez con los contingentes de Apure y Barinas. Bolívar está atento. Manda a Urdaneta y a Campo Elías contra Boves, y él
avanzará al sur si se produce esta victoria. Esta se da el 14 de octubre y
Bolívar avanza hacia Barquisimeto para tratar de dominar la situación creada
por Ceballos.
El 10 de noviembre en la
madrugada, avanza desde Cabudare en busca del enemigo que está a pocos
kilómetros en Barquisimeto. Lleva 1.200 infantes, 350 jinetes y dos piezas de
artillería, y tendrá que batirse contra 1.700 infantes realistas, y 200 jinetes
al mando del Brigadier Ceballos[6].
Las fuerzas realistas son algo
mayores, y el Libertador, confiado, sufrirá la primera derrota de su para
entonces corta carrera militar. Cuando el combate está en su apogeo, y la
infantería patriota hace vacilar al enemigo, se oye un toque de corneta que por
“error o traición” [7] ordena la retirada, y la
temeraria voz de “sálvese quien pueda” recorrió todas las filas sin que los
Jefes Patriotas pudiesen impedirlo. Los soldados, sobrecogidos de un pánico
terror, botaban los fusiles para huir con comodidad[8].
La funesta batalla cuesta a los patriotas mil hombres heridos o muertos.
Simón Bolívar, en esta
batalla, como castigo moral impuesto a los pocos hombres que quedaron, formó un
cuerpo que denominó “El Batallón sin Nombre”, y les privó del uso de bandera
alguna, hasta que no la conquistasen en el campo de batalla.[9] Esta decisión, como la califica Alfonso Rumazo González, será un “golpe
mágico” de Bolívar. Un Batallón sin nombre es un batallón paria, y
aquella denominación enardecerá a sus integrantes para hacerlos luchar con
denuedo en las futuras acciones de batalla. Vicente Lecuna,[10] califica
esta decisión como una “herida mortal” al orgullo de los oficiales y soldados,
que en la práctica cambiará el espíritu de quienes peleaban a favor de la
república.
Vale señalar que ese
“espíritu” de libertad estaba cobrando fuerza por innumerables atropellos que
nos es imprescindible destacar: los realistas intimidaban con degüellos a
muchos inocentes. Hombres, mujeres, ancianos y niños han sido desorejados,
desollados vivos, para no citar otras atrocidades.[11]
En los llanos, más hacia el sur, Yáñez desde San Fernando avanza con una
crueldad inaudita para apoderarse de Barinas y el centro del país.
El Coronel Manuel Antonio
Pulido, Gobernador de aquella ciudad, luego de reunir mil hombres, dos mil
caballos, y dinero, evacua la ciudad el 2 de noviembre de 1813.[12]
Se dirige hacia San Carlos donde debe estar el Libertador. Bajo su amparo
van cerca de cuatro mil almas, entre mujeres, ancianos y niños, y su marcha a
pie por estos pueblos va dejando muestras penosas de la crueldad padecida por
la Guerra de Independencia.
En su fatigosa marcha de
Barinas hasta Guanare, los pocos soldados de Pulido debieron librar combates
casia diario, y en el menor de los casos, al pasar los crecidos ríos llaneros,
innumerables personas perecieron ahogadas. No
contento con todo esto, el realista Puy al llegar a Guanare el 11 de noviembre,
hace asesinar a lanzadas en la cárcel de esta ciudad, a todos los presos que
allí había. En seguida desocupó la ciudad a la que llegaron los emigrantes de
Barinas al día siguiente.[13]
Allí encontraron a los setenta sacrificados, “algunos todavía respirando
tirados sobre charcos de sangre”.[14]
En esta ciudad aumenta la emigración de Pulido, incorporándose al ejército
muchas personas respetables, entre ellos el doctor José Miguel Unda, quien años
posteriores sería nombrado Auditor de Guerra, así como los hermanos Burgos y
Luque.[15]
Esta emigración continúa
lentamente su retirada hacia San Carlos por Ospino y Araure, pueblos donde se
le incorporan muchas familias e individuos de toda clase.[16]
“Son gente modesta —afirma Rumazo González—, agricultores en su mayor parte”,
lo que hace que todo haya comenzado a desarticularse, “el cultivo de los
campos, el comercio, la intimidad misma de los hogares, porque los realistas y
los patriotas realizan ya el reclutamiento forzoso. Los jóvenes que pueden ser
apresados son enrolados en los ejércitos en contra de su voluntad, mezclados
entre los veteranos, acaban por obedecer y acostumbrarse”[17].
Como dice Augusto Mijares muchos de ellos tendrán que aprender a manejar el
machete, la lanza o el fusil en el propio campo de batalla.[18]
Para esta fecha, y debido a
todas estas circunstancias, la Villa de Araure estaba experimentando en su
población un considerable movimiento migratorio de su población. De los 1.024
Blancos censados en 1812, 114 se habían marchado de la Villa. Lo mismo pasó con
los indios; en 1812 había 326 y en 1813 la cifra alcanza a 241, lo que supone
una merma de 85 habitantes en un año. Por otra parte, los “pardos libres”
habían sufrido un descenso sorprendente. De 1.578 que habitaban la Villa en
1812, apenas 415 se habían quedado en sus predios. Esta baja en la población[19]
de los pardos es compensada con las otras castas, ya que de los 283 zambos,
mulatos y negros que había en Araure en 1812, su cifra alcanzará el grueso de
2.493. Más de dos mil doscientos ahora se refugiaban en los términos de la
Villa.
Si bien en un año (1812-1813)
Araure había aumentado su población en más de 800 habitantes, el movimiento
migratorio fue inevitable. Menos blancos, menos indios, menos pardos y aumento
del resto de otras castas. La Villa de Araure se ofrecía como el refugio
adecuado para numerosas familias que estaban sufriendo los estragos de la
Guerra de Independencia.
Toda esta atmósfera oscura,
sangrienta y contraria constituye el ambiente en el que respira en casi todos
los venezolanos. Además, otros hechos como el surgimiento de las guerrillas en
el país serán la causa de muchos males. Entre San Carlos y Araure rodaban las
montoneras de los caudillos Carlos Blanco y Género de León. Su único objetivo
es impedir la concentración del Ejército Patriota en el Occidente del país. Así
mismo entre Sarare y Araure operaban las bandas realistas de Pedro Ramos.[20]
Los indios de Acarigua, por su
parte, actuaban a favor de España y hostilizaban la lucha patriota.
“Hispanófilos”, les llama Salvador de Madariaga,[21] en
su criterio, 'adictos' a las tradiciones españolas. Ellos serán formados en
gavillas o cuadrillas por los propios realistas y amedrentados tendrán que ir
al combate de Araure.
¿Qué podía esperarse de una
victoria dentro de este contexto? Muy poco, podría pensarse. Sin embargo, el
caldeado espíritu de la libertad estaba cobrando fuerza para hacerse sentir.
Después de la derrota de Barquisimeto, donde nace el Batallón “Sin Nombre”, el
Libertador había dejado a Urdaneta y sus tropas en San Carlos para marchar a
Caracas a organizar un nuevo contingente. Al pasar por Valencia se batió con
fuerzas de Salomón en las pendientes de Vigirima el 23 de noviembre, saliendo
victorioso, mientras Yáñez, y Ceballos avanzan hacia Araure.
Mientras en Guanare Puy, el 11 de noviembre degolla patriotas, Ceballos el mismo día bajaba
desde Barquisimeto hacia Araure[22]
con iguales intenciones. Debe concentrarse con el temible Yáñez ocupado en
Barinas, a quien le ordena incorporar en su avance al sanguinario Puy. La meta
es Araure.
Las tropas de Yáñez avanzan
hacia el punto de reunión. Además de la caballería de Apure, este “sagaz
caudillo” traía consigo dos excelentes batallones, el de Sagunto en servicio
durante pocas campañas; y el de Numancia, célebre en el futuro en las del Perú;
formados ambos, como apunta don Vicente Lecuna, “con oficiales y elementos
enviados de Guayana”. Su avance es sanguinario y mortal. Al llegar a Guanare,
después de pasar por las armas a innumerables personas, asesina al Comandante
Militar Juan José Liendo en las siguientes circunstancias: “Dividió el cuerpo
en pequeños trozos antes de haber expirado”.[23] Todo esto será el móvil
para que, hechos como la emigración de Barinas, que pasa por Araure rumbo a San
Carlos, amainen el espíritu de aquellos terribles del año trece.
En la noche del 3 de diciembre
de 1813, finalmente, quedan reunidas en el pueblo de
Araure un solo ejército las fuerzas realistas combinadas del canario José
Yáñez procedente del Apure y el Brigadier José Ceballos desde
Barquisimeto[24]. Por
las calles y casas de la villa desfilaban los realistas ocupando el vecindario.
Miles de infantes corianos “sufridos en la guerra”, al igual que jinetes de
Apure, y soldados de Guayana y Barinas, se entregan al saqueo de Araure,
“permitiendo y autorizando todos los excesos”.[25]
La guerra ha tocado nuevamente la puerta de los araureños, quienes aterrados
trataban de abandonar sus hogares llevando consigo las reliquias que les
recordaran su pasada tranquilidad.
Esa misma noche, en actos
cobardes y después de matar a numerosas “personas de consideración”, fue
asesinado el hacendado araureño Don Santiago Salas, quien poseía tierras en
Camburito[26] y estaba
casado con Doña Elena[27]
notable señora de las principales de la Villa. De igual forma asesinaron a casi
toda la familia del prócer araureño Pablo Garrido[28]
entre ella a dos de sus hermanas.[29]
Aunque no hemos precisado cuáles de ellas fueron, podemos decir que sus nombres
eran: María Dolores, María Sofía, Bárbara y Francisca de Paula.[30]
Después de este saqueo, los
realistas se situaron en día 4 de diciembre en la sabana inmediata a la parte
occidental del pueblo, cuando los ojos de los araureños todavía no se habían
recuperado de tan tristes y sangrientos actos. Años después, al referirse a
estos atropellos, Bolívar diría: “¡Qué horrorosa devastación, qué carnicería
universal, cuyas señales sangrientas no lavaran los siglos!... en Guanare y
Araure donde Liendo y Salas, bienhechores de los españoles son los más
maltratados al recibir sus golpes asesinos”...[31]
Mientras alrededor de 7.000
soldados realistas se reúnen en Araure —“el mayor ejército que hasta entonces
obrara en América a las órdenes de un Jefe español"—,[32]
Bolívar concentra sus tropas en San Carlos a donde había llegado el 30 de
noviembre. En esta plaza se efectúa una asamblea para organizar el ejército
patriota. Urdaneta recuerda que “se formó un cuerpo de todos los restos de la
infantería batida en Barquisimeto, que perteneciendo por tanto a diferentes
cuerpos, no se le dio nombre especial, y cuando llegó Bolívar determinó que no
lo tuviese hasta que lo ganase en el campo de batalla”[33].
El Libertador lo bautizó Batallón “Sin Nombre”.
Esa noche, muy temprano se
toca Silencio, pues la partida será antes del amanecer. La Batalla de
Araure será dentro de cinco días. Hacía apenas tres días que Bolívar había
escrito en una carta a los Jefes de Oriente estas proféticas palabras: “La
buena disposición de nuestras tropas me hace esperar fundadamente que dentro de
ocho días, podré estar de vuelta a la ciudad de Valencia, dejando terminada,
por decirlo así, la campaña de Occidente.[34] La comunicación tiene fecha 27 de noviembre, y los ocho días de plazo
que se daba a sí mismo Bolívar expiraban exactamente el 5 de diciembre, día
cuando efecto recogería sus laureles en el glorioso campo de Araure.
La
Batalla de Araure
En San Carlos, Simón Bolívar
organiza el más grande Ejército de que dispusiera hasta entonces un General
Suramericano. Lo había traído, como dice Franciscos Rivas Vicuña “a través de
un extenso territorio sin caminos adecuados y en medio de la hostilidad de las comarcas
sembradas de montoneras”[35].
Solamente Campo Elías, desde Valencia a San Carlos, con su Batallón Barlovento,
tuvo que batirse en el tránsito con las guerrillas de los Cruces, naturales de
El Pao, la de Ruiz formada en Guacara y la de Carlos Blanco del propio San
Carlos.[36]
A pesar de todo, los
sorprendidos pobladores de San Carlos, vieron reunirse en sus calles alrededor
de 5.000 soldados patriotas[37].
El bolivariano don Eleazar López Contreras se ha ocupado de especificarnos el
contingente en todos sus detalles. He aquí el grueso patriota:
Batallón
“Barlovento"............................ 1.000 hombres
Al mando de Vicente Campo
Elías
Batallón “Valerosos
Cazadores”............... 600 hombres
Al mando de Manuel Manrique
Batallón "Villapol”.................................
500 hombres
Al mando de Manuel Villapol
Batallón “Sin Nombre"
........................... 600 hombres
Al mando de Florencio Palacios
Infantería de Barinas
.............................. 400 hombres
Al mando de Manuel Gogorza
Batallón “La
Guaira”................................ 400 hombres
Total
de de infantería........................... 3.900 hombres
Escolta
“Dragones"................................... 150 hombres
Al mando de Rivas Dávila
Escuadrón “Escolares” de
Caracas............... 50 hombres
Escuadrón “Agricultores de
Caracas”............ 50 hombres
Al mando de Coto Paúl
Caballería de Teodoro
Figueredo.................. 200
hombres
Caballería de Barinas..................................
400 hombres
Al mando de Pedro Briceño
Pumar
Escuadrón de Francisco
Piñango................... 50 hombres
Total
caballería........................................ 900
hombres
Esto daba un total general de 4.800
infantes y jinetes [38]
con algunas piezas de artillería, sin contar los grupos desarmados de Barinas,
Guanare, Ospino y del propio San Carlos destinados a reemplazarlos[39].
Los hospitales estaban llenos de enfermos. Las autoridades tenían el encargo de
recoger a cuantos se dieran de alta, para las guarniciones.[40]
Por su parte se logra
concentrar en Araure, un numeroso Ejército Realista, compuesto de la siguiente
manera:
Batallón
“Correa”............................................... 600
hombres
Cuerpo de Ramos, Torrelles y
Quintero.................800 hombres
Cuerpo de
Inchauspe.......................................... 300 hombres
Regimiento de
Sagunto....................................... 800 hombres
Batallón
“Numancia”........................................... 600 hombres
Infantería de
Puy............................................... 600 hombres
Caballería de
Yáñez............................................ 600 hombres
Caballería de
Puy............................................... 600 hombres
Caballería de
Tocuyo.......................................... 300 hombres
Estos efectivos daban un total
de 5.200 hombres entre infantes y jinetes. Contaban también con diez piezas de
artillería.[41] Simón Bolívar reorganiza
el Ejército Patriota en cuatro divisiones:
1ra. La Vanguardia:
Con el Batallón “Valerosos
Cazadores” y 200 hombres de caballería, al mando del Mayor Manuel Manrique.
2da. Centro:
Con el Batallón “Sin Nombre”
al mando del Coronel Florencia Palacios.
3era. Retaguardia:
Con los cuerpos de vencedores
de Vigirima, al frente de Manuel Villapol y su columna. Con él estaba el
Coronel José María Ortega.
4ta. La Reserva
Compuesta por el Batallón
“Barlovento”, al mando del Teniente Coronel Vicente Campo Elías, las
caballerías de Barinas, al frente del Coronel Pedro Briceño Pumar, las
caballerías de San Carlos, comandadas por el Coronel Teodoro Figueredo y el
escuadrón “Lanceros de Ospino”, al frente del larense Mateo Salcedo.[42]
El Libertador se había quedado
con una Guardia formada por el Escuadrón de “Dragones” al mando del Coronel
Luis María Ribas Dávila, Rafael Urdaneta ejercía las funciones de Segundo Jefe
y Mayor General.[43]
El 1° de diciembre de 1813 se
pasó revista al Ejército y se acampó fuera del poblado de San Carlos. Bolívar
suponía a Ceballos en Barquisimeto, pero al llegar el día 2 a Camoruco, se
entera de que aquél había pasado por Sarare, vía a Araure. En consecuencia, el
Libertador deja en Camoruco a los Escuadrones de “Escolares” y “Agricultores”
para asegurar su retirada [44]
y las comunicaciones con San Carlos, “pues ya para entonces se conocían varias
guerrillas enemigas organizadas en el país”.[45]
Urdaneta recuerda que desde “este tiempo en adelante los cuerpos del Ejército
patriota no tenían partes ni noticias del enemigo sino cuando se encontraban
con él, ni se podía mantener espionaje porque no había con quien”.[46]
El
día 3 de diciembre pasaron las fuerzas patriotas el Río Cojedes y pernoctaron
en Agua Blanca, en medio de la montaña[47].
En este lugar se informa Bolívar, por boca del sacerdote y de varios
prisioneros, “que Ceballos con su tren de artillería había ido a unirse a Yáñez
en Araure.[48]
En el pueblo de Agua Blanca se
le dijo al Libertador “que el enemigo venía en marcha para ocuparlo esa misma
tarde”, lo que dio lugar para que esa noche se redoblara la vigilancia, porque
estando Agua Blanca situada entre montañas no podían observar al enemigo, ni
descubrirlo hasta no hallarse muy cercano.
Una
casucha de campesino habría servido de alojamiento a Bolívar y a cuatro o cinco
de los Jefes, en el imaginario de Rumazo González, quienes discuten el plan de la batalla, antes de echarse en hamacas. Una vez en el
descanso, el Libertador, “como siempre en víspera de la lucha duerme
profundamente con desconcertante serenidad”[49].
El 4 de diciembre, no habiendo
ocurrido novedad en la noche anterior, el Ejército Libertador reanuda la marcha
y por la tarde acampa frente al pueblo de Araure, en campo raso [50]
como a un cuarto de legua de la Villa. Eran las cinco de la tarde.[51]
El Libertador y el General
Rafael Urdaneta, con dos piquetes de caballería, hacen personalmente
sus exploraciones y descubiertas sobre el enemigo, quien se hallaba a las
espaldas de la Villa, en unos cerros denominados las Galeras.[52]
Al poniente de la Villa de
Araure, y después de las últimas casas que había en aquel entonces, estaban
unas pequeñas colinas llamadas “el Calvario” y “Loma de Chaquea”. Esta fila fue
conocida con el nombre de Galeras de Araure y posterior a ella existía y aun
existe, una laguna que se llamó a raíz de la Batalla, la “Laguna de los
Muertos”. Así entonces, sobre esta altura está el Ejército Realista, quedando
por consiguiente a sus pies el pueblo de Araure, lo que hace fácil la
observación del Campamento de Bolívar.
El final de la tarde obliga a
ambos ejércitos aplazar la batalla para el siguiente día. Esa noche, Ceballos
iluminó la circunferencia de su campo con inmensas fogatas, sin duda “para
evitar una sorpresa o golpe de mano de nuestra parte”, como recuerda el Padre
José Félix Blanco[53].
El Ejército Patriota pasó la noche en una perfecta tranquilidad.[54]
La Batalla será infaliblemente al siguiente día.
Al referirse al ilustre
patriota José de Austria a este aplazamiento dice: “Sensible demora para el
entusiasmo de los defensores de la Libertad”. Y agrega: “se dio el toque de
silencio cuando el oscuro manto de una noche tenebrosa cubrió aquellos campos
en donde reposaban tantos valientes que impacientes querían arrancar de los
arcanos del destino la inteligencia de su futura suerte”. [55]
Y amaneció el día 5 de
diciembre de 1813. Era día domingo, y de historia...
Como pudo observarse, el
Ejército Realista había abandonado sus posiciones la noche anterior y “fue a
situarse entre una laguna cenagosa que cubría el frente de su infantería, y un
bosque que le cubría la espalda y que servía además para ocultar y defender su
caballería contra nuestros fuegos. Sus flancos estaban perfectamente cubiertos
por la artillería y la caballería”. [56]
Las fogatas de la noche
anterior, y la silenciosa retirada de los realistas confunden a los patriotas.
El Padre José Félix Blanco afirma que “no faltó quien juzgase, [...] que la
iluminación del campamento por parte de Ceballos anunciaba su retirada hacia
Barinas.[57] La falta de diana al
amanecer en su ejército acrecentó esta falsa sospecha. Para cerciorarse de un posible abandono del campo por parte de los
realistas, El Libertador dispuso que la Vanguardia al mando de Manuel Manrique,
reforzada con 200 caballos y 600 infantes, marchara oblicuamente sobre la
derecha y subiera a la Galera. La orden que tiene el joven Manrique es la de
hacer un “prudente reconocimiento” [58] para
averiguar si el enemigo está en el llano alto o cerca del río Acarigua.[59]
El resto del ejército Patriota, entre tanto, se dirige al pueblo de
Araure[60],
donde se le informa a Bolívar que el número del enemigo lo componen más de
3.500 hombres. Cuando se vio que el enemigo no estaba en Araure, se dio
orden a todas las Divisiones para que se siguieran marcha por el camino Real de
Guanare y luego, por un sendero a mano derecha, pasaran hasta La Galera. [61]
Manrique, con la División a su mando se interna por la Galera. El Capitán Planas, al frente de una Compañía la cual se encontraba retirada del resto de la Vanguardia, al ver la línea que el enemigo tenía tendida frente a la laguna, cargó valientemente sobre ellos. Los realistas emprendieron ordenadamente la retirada. El Comandante Rudecindo Canelones corre con sus carabineros para ayudarle a sostener los fuegos. Manrique, quien miró el peligro en que se encontraba parte de su División, se sumó a la refriega con el resto. El enemigo movió todo el centro de su segunda o principal línea de batalla como para proteger la primera y obrando con su caballería a la derecha y a la izquierda, logra con su numerosa fuerza envolver nuestra Vanguardia alanceándola toda.[62] La sangre ha comenzado a manchar las aguas de la laguna. Después de este primer encuentro, los enemigos arman rápidamente parte de sus hastarios[63] con los fusiles tomados a los “Valerosos Cazadores”.
El Padre José Félix Blanco —testigo presencial de estos acontecimientos— recuerda que “tan pronto como hubo trepado
sobre el alto de la Galera, el Batallón de “Valerosos Cazadores” y las fuerzas
de caballería que lo protegían, cayeron por sus espaldas los escuadrones de
caballería que los españoles tenían ocultos en la montaña. Otro testigo dice: “Por más que nuestros soldados hicieron prodigios de
valor y por más que se esforzaban las otras columnas para llegar a auxiliarlos,
fue en vano”[64].
Quinientos hombres habían sido alanceados.
Todavía
se hallaba el Cuartel General en Araure, cuando se oyeron tiros de cañón a
cierta distancia. La Galera que se interpone no deja ver lo que sucede. Llegan
a galope las patrullas de vigilancia e informan a Bolívar que la Vanguardia ha
sido sorprendida por el enemigo y ha entrado al combate. “El General salta
sobre su caballo, medita un instante y ordena: ¡Urdaneta! parta usted
inmediatamente con la segunda División y sostenga a la Vanguardia pero sin
comprometerse”[65].
La División llega tarde. Esa
Vanguardia ha sido destrozada, a excepción de algunos Jefes por tener los
mejores caballos, quienes llegan al pueblo de Araure “poco menos que
desesperados”. ¡Son los únicos que se han salvado!. El Libertador reprende enérgicamente [66] al
Jefe derrotado, quien solo tenía la orden expresa de no poner en peligro a sus
hombres, sino 'explorar e informar', y al poco, Bolívar manda a formar al
Ejército.
Al frente de sus Edecanes y
Estado Mayor, el Libertador recorre la línea de batalla bajo el incesante fuego
de la artillería enemiga que había comenzado, y dirige algunas palabras a los
patriotas. Al fondo, entre la multitud y miembro del Batallón Barlovento, está
el oficial José de Austria quien recuerda: El Libertador dirigió a la tropa “aquellas
palabras de fuego con que sabía inflamar el pecho de los guerreros y exaltar
los nobles sentimientos del patriotismo”.[67]
Otro testigo —el Padre Blanco— nos dice: “pero la sangre humeante de los
Valerosos Cazadores era el más elocuente discurso, el más poderoso estímulo
para soldados tan unidos y entusiastas de su gloria como los del Ejército
Libertador. ¡Título magnífico entonces para inspirar grandes empresas!”[68]
Al terminar el General su
alocución, el ejército “electrizado por la vehemente arenga gritó: “¡Viva
Bolívar!, ¡Viva Venezuela!, ¡Viva la Libertad! [69]
y partió al trágico encuentro.
Al separarse el Libertador de
la línea se dio la orden de “ataque a la bayoneta”: La batalla ha comenzado.
“Al pasar sobre los cadáveres de los compañeros —dice el padre Blanco— todo
soldado jura vengar la sangre del Valeroso Cazador; sólo la disciplina pudo
contener su ardor por pelear.[70]
Dejemos que los testigos
oculares nos cuenten lo sucedido: Pedro Briceño Méndez: “El General Bolívar
conoció en el momento su difícil situación. Tomó el partido que debía, procuró
inspirar confianza a sus tropas con un discurso vehemente capaz de excitar el
entusiasmo en los corazones más fríos, y colocando la Reserva, su más escogido
Cuerpo de Caballería, dio orden expresa de matar a todo el que huyese o se
apartase de nuestra Línea. Se esperaba que el enemigo alentado con el suceso
que acabada de obtener saliese de su posición y nos viniese al encuentro, pero
no fue así, Ceballos, firme, creyéndose seguro no quiso dar un paso que disminuyese
sus ventajas. Allí espero nuestro ataque...” [71]
Rafael Urdaneta: “El enemigo
cubrió su espalda con el bosque del río Acarigua, formó su línea de batalla,
colocando al centro su infantería y dos gruesas alas de Caballería, teniendo al
frente diez piezas de artillería. Algunos matorrales salientes hacia la sabana
le daban la facilidad de ocultar cualquier movimiento de la caballería.[72]
Marchando pues, a un lado de
los cadáveres de los “Valerosos Cazadores”, bajo los fuegos de la artillería
enemiga, formó el ejército en batalla: Villapol a la derecha, Florencio
Palacios con el Batallón “Sin Nombre”, y cuatro piezas ligeras en el Centro,
Campo Elías a la izquierda. En la segunda línea, la caballería de Barinas y
Caracas a cargo del Capitán José Hilario Ortiz a la derecha; la de San Carlos y
Calabozo bajo el Teniente Coronel Vicente Landaeta a la izquierda. En reserva
los Dragones de Caracas al mando de Rivas Dávila y el escuadrón de Ospino.
Estos últimos recibieron orden de matar a cuantos intentasen retirarse.[73]
Toda esta distribución se hizo
a pleno fuego. Practicadas estas primeras acciones, se presenta el Coronel
Villapol al General Urdaneta, Jefe de Infantería, para manifestarle que su
División estaba sufriendo mucho por el fuego de la artillería enemiga.[74]
Inmediatamente, Urdaneta ordenó que los Capitales de Dragones Nicolás Briceño y
Mateo Salcedo tomaran dos piezas de artillería de los enemigos, especialmente las más mortíferas.[75] Esta
operación se ejecutó con gallarda bizarría. Urdaneta recuerda que “todo esto se
hacía bajo los fuegos de la artillería enemiga, que todos se aprovechaban,
porque cada tiro quitaba a los patriotas, hombres y caballos; pero se tenía el
convencimiento de que una derrota lo acababa todo y se quería asegurar la
victoria comprometiendo toda la infantería a combatir sin dejarle recurso para
retirarse”.
La primera línea de batalla se
movía de frente —dice Urdaneta— y cuando se desordenaba se hacía alto y se
rehacía. Así se anduvo hasta tiro de pistola que fue cuando el Mayor General
dio orden de abrir los fuegos [...] Bastaron cinco minutos de fuego para
desordenar la infantería de los españoles porque se hacía avanzando y tan
sostenido que parecía un gran trueno”.[76]
El Padre Blanco dice que arrollar y vencer a la infantería y artillería que
vomitaban como bocas del infierno fue obra de diez minutos, ¡y a nadie se dio
cuartel!.[77]
El enemigo comienza a ceder
terreno. El Ejército Patriota avanza enérgicamente, con la velocidad que le es
posible con aquellos rifles de carga lenta y fuego a chispa. Corre entonces por
el centro el Batallón “Sin Nombre”. Al frente va un hombre que estuvo
prisionero en Araure: Florencio Palacios, y la venganza sobre los meses pasados
no se hace esperar. Lanza en mano atacan vigorosamente, mientras la infantería
que se ha acercado ya demasiado carga a la bayoneta. Son un batallón sin
nombre y desean tomar banderas.
Alfonso Rumazo González se permite recrear lo que debió ocurrir: “El choque brutal, ciega vidas rápidamente. Un griterío confuso ensordece; los caballos relinchan, los jefes gritan órdenes, los moribundos se desesperan; los que se cruzan de parte a parte, uno contra el otro, se insultan con las palabras más monstruosas, los caballos saltan sobre los muertos, los heridos, los caídos, la sangre se filtra silenciosamente a través de la superficie seca del suelo, y por el bosque del río de la derecha se fuga el bullicio que golpea débilmente las mejillas de las hojas. Las humildes gentes de Araure, arrodilladas en sus casuchas, rezan; ni siquiera tienen conciencia clara de lo que piden a la Divinidad; no ven que el sol da sobre las puntas de las bayonetas y de las lanzas un reflejo brillante, hermoso, ni perciben que el piafar de los caballos hace de masa coral, de esa sinfonía bárbara que es la batalla”.[78]
Alfonso Rumazo González se permite recrear lo que debió ocurrir: “El choque brutal, ciega vidas rápidamente. Un griterío confuso ensordece; los caballos relinchan, los jefes gritan órdenes, los moribundos se desesperan; los que se cruzan de parte a parte, uno contra el otro, se insultan con las palabras más monstruosas, los caballos saltan sobre los muertos, los heridos, los caídos, la sangre se filtra silenciosamente a través de la superficie seca del suelo, y por el bosque del río de la derecha se fuga el bullicio que golpea débilmente las mejillas de las hojas. Las humildes gentes de Araure, arrodilladas en sus casuchas, rezan; ni siquiera tienen conciencia clara de lo que piden a la Divinidad; no ven que el sol da sobre las puntas de las bayonetas y de las lanzas un reflejo brillante, hermoso, ni perciben que el piafar de los caballos hace de masa coral, de esa sinfonía bárbara que es la batalla”.[78]
Todavía en lo alto de la
Galera, donde ahora se levanta un monumento, Bolívar observa que “eran
superiores en el número y calidades de su caballería; nosotros puede decirse no
teníamos artillería, excepto dos pedreros*, cuando el enemigo hacía servir en
la llanura diez piezas las más de calibre de a cuatro”. Y cataloga el valor de
nuestras tropas “con una vivacidad que no hubieran tenido las más aguerridas
europeas”.[79] Con razón Tito Salas acierta la figuración de esta batalla con su épico
pincel: la carga del ejército patriota, envuelta en el más activo movimiento de
campaña, perpetuada para siempre en la tela, mostrándonos la historia. Su
cuadro es tan elocuente como la narración misma.
El español José Ceballos,
al ver que su infantería está cediendo, ordena a Yáñez cargue con la
caballería realista por el flanco derecho en una maniobra envolvente y
sorpresiva. Bolívar, aún en la colina, al ver esta operación, envía de
inmediato con Briceño Pumar la Caballería de
Barinas para que proceda a detener a Yáñez. Y se permite recrear Rumazo: “El
choque es de lanzas y espadas, caballos y pechos, sobre el lomo de los brutos o
en el suelo; tanto da atravesar al jinete o al animal, que de ambos modos se
destruye; en el suelo revientan los estómagos de las caídos con cada casco de
caballo; los cráneos se vuelven trizas; hay brazos que se agarran a la pata que
los va a aplastar. Hace un calor de infierno, y el sudor se confunde con la
sangre en los rostros” *.
De pronto, ve Bolívar que en
esa mescolanza de hombres y de animales, su caballería de Barinas empieza a
retroceder; el instante es decisivo, y hay que tomar una resolución heroica que
está empeñada toda la infantería y solo restan disponibles hombres a caballo.
Aprieta las espuelas a los ijares de su caballo y al trote pasa revista a los
Dragones y Lanceros que le quedan; advierte que ha llegado el momento
culminante y les ordena seguirle. Desenvaina su espada y se lanza con todos al
galope, a la carga contra el flanco de la caballería enemiga. Los hombres, al
ver su propio Jefe en la lucha como uno de ellos, llegan al frenesí, y arrollan
al enemigo cuyas fuerzas restantes escuchan los toques de corneta que les
ordena replegarse y retirarse”.[80]
El prócer Pedro Briceño Méndez
dice que, Bolívar después de “volar” al frente de los Escuadrones Dragones de
Caracas y Lanceros de Ospino, “corre con este cuerpo y da de repente sobre la
cabeza de la columna enemiga que no se atrevió a resistir el choque.[81]
En pleno fuego, el Libertador se apodera de tres piezas más de artillería,
mientras la caballería realista de Barinas da una nueva carga”. En este solo
choque apasionado y violente perecieron alanceados más de 500 jinetes de Yáñez,
el “Ñaña” de los lanceros. Mientras tanto la infantería patriota dirigida por
Urdaneta y los Jefes Palacio, Villapol y Campo Elías aniquilaban a bayonetazos
y culatazos la contraria hasta destruirla”.[82]
Bolívar, quien pelea con ambas
manos[83],
ha triunfado. “En espantosa lucha cuerpo a cuerpo los infantes realistas fueron
muertos, heridos o prisioneros. Viendo la derecha realista la destrucción y
derrota de los cuerpos principales de su Ejército plegó y huyó, guiada por sus
caudillos”.[84] Yáñez, inactivo hasta
entonces, viendo la derrota del resto del ejército, ha huido, “sin hacer la
resistencia que debía esperarse de su valor”. [85]
El Coronel José de Austria,
del Batallón Barlovento, cuenta que el Jefe Yáñez, “quiso hacer alto con alguna
caballería, luego que pasó el río Acarigua, en la sabana del Guache, pero el
bravo Capitán de Soberbios Dragones, Mateo Salcedo, con su compañía y un grupo
de cazadores del “Barlovento”, volvieron a cargarlo, y le hicieron conocer la
locura de su intento, y confió su fuga a la velocidad de los brutos que
participaron del pavor producido por el trueno destructor de los tiranos”.[86]
La Batalla de Araure ha durado
seis tremendas horas sin contar el episodio de Manrique. Es la una de la tarde.
[87]Sobre
el suelo yacen los impávidos de ambos bandos. Más de dos mil [88]
han quedado muertos o heridos, de lado y lado, la mayor parte son realistas.
Los laureles de Araure le han costado a los patriotas 800 muertos y heridos.
Algunos monárquicos
sobrevivientes huyen en distintas direcciones, y sin dar tiempo al descanso, ni
al júbilo, ni al almuerzo. El Libertador ordena a sus hombres perseguir al
enemigo, poniéndose él mismo en persona a la cabeza. Los derrotados, a caballo,
a pie, corren desesperados. Los triunfadores los alcanzan y le apresan o los
matan; Urdaneta y el Padre Blanco cuentan que en el espanto de la derrota, creyeron
muchos realistas, que el mejor modo de salvarse era subir hasta las más
elevadas copas de los árboles del camino, a donde se remontaban, pero desde
allí los bajaban los soldados patriotas tirándoles como monos.[89]
También fueron desechados dentro de la selva, los indios de Acarigua, quienes
habían sido formados en Cuadrillas por algunos realistas, contra los patriotas.[90]
Los republicanos irritados por
la muerte de los Valerosos Cazadores habían reducido todo a la nada. La
División del Coronel Villapol fue destinada a recorrer el campo de batalla el
cual quedó cubierto de cadáveres, artillería, pertrechos, cajas de guerra,
dinero, víveres, lanzas, fusiles y otros enceres de valor.[91] El acoso contra los realistas termina a las once de la noche en el
pueblo de la Aparición de la Corteza[92],
porque hasta allí han llegado los derrotados, quienes creyeron salvarse por ese
camino menos frecuentado que el camino real.
Esa noche, en el pueblo, Tomás
Montilla, Secretario de Guerra escribe: “Los soldados de la República se han
llenado de una gloria inmortal en esta memorable jornada, en el que el más
grande ejército que jamás ha combatido contra Venezuela ha sido vencido.[93]
José Ceballos ha logrado escapar por la serranía de
Biscucuy, y Yáñez tomando el camino de Guanare se internará hacia los llanos de
Apure.
Después
de la Batalla
Según las órdenes que se ha
dado desde el Campo de Araure, los soldados patriotas se concentran en el
pueblo de la Aparición de la Corteza. Los 600 prisioneros son fusilados en gran
parte. Es la guerra a muerte de 1813, la misma esa guerra a muerte
que desmembró a numerosas familias y tejió innumerables historias que aún
trascienden nuestros días.[94]
José de Austria recuerda que
aquella noche del 5 de diciembre, el pueblo de la Aparición de la Corteza,
ofrecía un horroroso espectáculo a los ojos de la “humanidad y la filosofía”,
pues en él fue ejecutado un considerable número de prisioneros a quienes “la
atroz conducta de los españoles condenó a la muerte, en represalia de
innumerables, de repetidos, y recientes hechos en Barinas, Guanare,
Barquisimeto y Puerto Cabello, en donde sin respeto ni consideración alguna, se
vertió a torrentes la sangre de los patriotas” —y cuenta— “no contentos ni
saciada una tan implacable saña, habían armado y emboscado a los indios de
Acarigua, en sus mismos bosques, para que luego que fuesen derrotados los
independientes, como ellos lo esperaban, confiado en su numeroso ejército, los
ayudasen a perseguirlos y a matarlos. Empero, no era posible que la Providencia
permitiese tan inicuos planes”. [95]
Don Alfonso Rumazo González
reconstruye lo que en el pueblo de la Aparición debió suceder: “Todos duermen
profundamente esa noche, agobiados de emociones y fatiga; todos, excepto los
heridos y los que lloran al compañero, al hermano, al pariente. Bolívar no
duerme; ocúpase en preparar órdenes, en pasar revista en persona a los
heridos, en hacer que los moradores del pueblo den lo que tengan a las tropas”[96].
Lo mismo hace el Padre José Félix Blanco. Sobre el Presbiterio recuerda
José de Austria: “Siempre consolador, y afable amigo del infortunado, que
postrado y herido solo él le consolaba y ayudaba hasta sus últimos momentos...
acompañó al desgraciado cualquiera que fuesen sus banderas, con una verdadera
misión evangélica”[97].
A la mañana siguiente se forman las tropas en el pueblo. Oficiales y soldados heridos con los uniformes desgarrados revelaban los heroicos esfuerzos de la víspera. En sus rostros se refleja la fatiga. De seguidas, en actitud solemne, El Libertador recorre la formación a caballo, y exalta la conducta de los Batallones de Caracas, Barlovento, La Guaira y Valencia. A los “Dragones” de Caracas les concede el título de “Soberbios Dragones”, y elogia al Batallón “Sin Nombre”, quien en la jornada de Araure, apenas a ocho minutos de haberse roto los fuegos sobre el enemigo, le tomo en pleno campo de batalla algunas banderas “a viva fuerza”.
A éstos les dijo: “¡Soldados!:
Vuestro valor ha ganado ayer en el Campo de batalla un nombre para vuestro
cuerpo y aun en medio del fuego cuando os vi triunfar, le proclamé el Batallón Vencedor
de Araure. Habéis quitado al enemigo banderas que en un momento fueron
victoriosas, se ha ganado la famosa llamada invencible de Numancia. Llevad
soldados esta bandera de la República. Yo estoy seguro que la seguiréis siempre
con gloria”.[98]
Florencio Palacios recibió de
manos del Libertador la bandera de Numancia, y el “Vencedor de Araure”
prorrumpió en vivas y aclamaciones. Han ganado bandera y lo han hecho con
honor.
El batallón “Numancia”, lo
había traído Yáñez desde San Fernando de Apure, y lo constituía un grupo de
hordas, en el que sus armas se reducían a una lanza o una espada, cuanto más a
un trabuco.[99] Portaban una bandera
“ricamente bordada”, que fue abandonada en el campo junto a la de Borbón de
color rojo [100]
y su entrega al Batallón “Vencedor de Araure”, constituye un acto simbólico, a
manera de trofeo capturado en el campo.[101]
En este mismo acto, Bolívar concede la “Orden de Libertadores de Venezuela” a los siguientes soldados: Manuel Villapol, Florencio Palacios del “Vencedor de Araure”, y al Capitán de los “Soberbios Dragones” Mateo Salcedo[102]. De igual manera, por orden de El Libertador, decretó el caraqueño en ese diciembre de 1813, un “Escudo de Araure” en honor a quienes combatieron heroicamente en esta jornada [103] el cual sería llevado como una insignia de hombros. Desconocemos el diseño de este interesante Escudo, pero su creación es de importancia para esta historia.
Dígase finalmente que, desde el pueblo de La Aparición fueron destinados a obrar en la
Provincia de Barinas con una columna, el Coronel Florencio Palacios y su
segundo el Capitán Francisco Conde. Marchan junto al nuevo Comandante de esa
Provincia, Coronel Ramón García de Sena. El Comandante Campo Elías con otra
columna, por la vía de Guanare debía transitar la montaña de Biscucuy y
posesionarse de la ciudad de El Tocuyo; y la División más poderosa, comandada
por Villapol atacará a Barquisimeto, San Felipe y todos aquellos distritos
oprimidos.[104]
Con esta División irá el Batallón Barlovento, mandado interinamente por el
Teniente Coronel Andrés Linares.[105]
La bandera del “Vencedor de
Araure” flamearía al lado del “Soberbio Escuadrón de Dragones” y la caballería
de Barinas, quienes irán con Urdaneta hasta Guanare con el objeto de completar
la persecución del enemigo[106].
Todo el material de guerra[107]
tomado a los realistas es trasladado hasta San Carlos, escoltado por la
caballería. Bolívar marcha hasta Valencia, pues “mil atenciones lo llaman”, y
como asegura Pedro Briceño Méndez, éstas “no le permiten ir a escoger él mismo
el fruto de su victoria en Barinas o Coro”[108].
De acuerdo con la tradición oral, se afirma
que al pasar por la Villa de Araure, Bolívar entra a la Iglesia de Nuestra
Señora del Pilar, afirmándose haber orado al pie de la imagen Mariana, y
haberse persignado en una desaparecida pila bautismal que le fuera sustituida
por el arquitecto-restaurador Graciano Gasparini .[109]
Era entonces Sacerdote de Araure el Padre Ramón Manuel Tirado.
Seguramente, como en Caracas[110],
las campanas araureñas repicaron anunciando el triunfo. La muerte de los
araureños ilustres asesinados días atrás por Ceballos y Yañez había sido
vengada, y una vez más Araure brilló con gloria para construir, junto al pueblo
venezolano, la historia que enorgullece el gentilicio local.
Algunas
consideraciones sobre la batalla
Después
de la Campaña Admirable, la Batalla de Araure es el cierre de un ciclo en
la historia de la recuperación de Venezuela de 1813. Con ella han desaparecido
las esperanzas de la España que fijaba su confianza en las Divisiones de
Ceballos y Yáñez. El joven protagonista y republicano José de Austria califica
el día como “fausto y de eterno recuerdo para los americanos”[111],
mientras que Don Vicente Lecuna sostiene que “por sus enseñanzas y accidentes
heroicos la Batalla de Araure es digna de estudio en todo tiempo”[112].
El mismo historiador se ha ocupado de analizarla, desde el punto de vista
táctico-militar.[113]
Araure, al decir de algunos
autores, es la primera batalla trascendental, desde el punto de vista
histórico, librada en Venezuela. El comportamiento de los soldados patriotas,
se yergue como muestra del nacimiento de la disciplina militar en Venezuela,
hasta ese momento ausente de los campos de batalla. No debe olvidarse que las
acciones de Francisco de Miranda, se habían visto minimizadas y perdidas en
1812, debido al menguado comportamiento de los efectivos patriotas. A la vuelta
de un año, la soldadesca republicana no será la misma; y en pleno campo de Araure, por si quedasen resabios de felonía,
Bolívar ordena al principio del, combate 'matar' a quienes retrocedan.
Augusto Mijares considera que,
después de la Batalla de Araure, ha nacido el “verdadero ejército venezolano”,
sobre las bases de una infantería disciplinada.[114]
El propio Bolívar, sorprendido de la conducta del ejército, afirma que las
tropas patriotas tenían una vivacidad “que no hubieran tenido las más
aguerridas europeas”.[115]
La misma afirmación la trae el monarquista Francisco Heredia, poco generoso en
sus juicios sobre los criollos. Advierte que las tropas republicanas eran “muy
disciplinadas, y muy llenas de entusiasmo, o lo tenían los que la conducían...
El número no era muy infernal, pero éstos tenían las ventajas de la disciplina
y unidad de mando que faltaba a los nuestros, pues la mayor parte de los
cuerpos [realistas] de Apure no tenían orden ni concierto, y se llamaba de
caballería porque se componía de hombres montados a caballo casi a pelo, y
aunque se dijese que mandaba Ceballos, esto era solo en el nombre, haciendo
cada cual lo que le daba la gana”[116].
Más adelante agrega: “otros inteligentes me aseguraron que los
insurgentes habían hecho prodigios de valor, y maniobraban con tanta celeridad
y bizarría como las tropas europeas más aguerridas”.
Este denuedo y osadía
republicana son los que sorprende al realista Ceballos, quien después del
encuentro con los “Valerosos Cazadores”, dijera a Yáñez en el propio campo de
batalla: —“Esta acción la perdemos. Ese es mucho
arrojo y denuedo de esos hombres.[117]
Sorprende la actitud del
Ejército Libertador en los campos de Araure, cuando se piensa en las precarias
condiciones en que se combatía. La infantería patriota siempre careció de
armas, hasta 1819, año cuando la República pudo comprar algunas. “Por eso
—sostiene Augusto Mijares— “en todos estos años sigue predominando la
caballería que podía batirse con lanzas improvisadas, con chuzos y a veces con
simples varas de madera que aguzaban y endurecían al fuego”.[118]
Por otra parte, debe sumarse
la importancia política que trae consigo la jornada de Araure. Primeramente, su
victoria ha permitido, parcialmente, la conquista del Sur y Occidente de la
antigua Capitanía General de Venezuela. De no haberse producido esta victoria,
otra suerte hubiese tocado a la República, debido a las condiciones que ella
revestía en un territorio plagado de guerrillas. Para Ceballos —escribe
Madariaga— Araure era una posición excelente situada en la confluencia de los
Valles de Acarigua y Sarare; el primero llevaba el Valle del Tocuyo, fiel a
España; el segundo a los llanos, todavía reserva ilimitada de caballería al
servicio de España, derrotado tenía pues dos líneas seguras de retroceso,
mientras que victorioso le sería posible avanzar hacia San Carlos y Valencia y
hasta Caracas”.[119]
Si a todo esto sumamos el
obstáculo que constituían las montoneras o guerrillas de Carlos Blanco entre
San Carlos y Araure, las de Torrealba en los alrededores de Ospino, la de
Francisco Parra (Chuco Galeno) y Genaro Ponce[120],
además de las considerables masas de indios que se habían reunido en cuadrillas
en el valle de Acarigua,[121]
podemos imaginarnos las consecuencias morales y materiales que traería una
derrota. El historiador chileno Francisco Rivas Vicuña, al referirse a este
asunto ha escrito: “Una derrota de los republicanos en Araure podía atraer
sobre ellos a las montoneras de Blanco y a los indígenas de Acarigua que habría
tocado un desastre, tal vez irremediable, en la hecatombe final del ejercito
independiente”.[122] Afortunadamente, gracias al
valor y “buena disposición”, que esperaba Bolívar de sus tropas, todo el Sur y
Occidente ahora le pertenecían “con la sola batalla de Araure[123] como él mismo afirma.
Otra consecuencia no menos
importante, que llena de laureles a esta batalla, es el suceso que salva la vida
al araureño José Antonio Páez, preso en Barinas. En aquella ciudad, después de haberse recibido las primeras noticias de
la victoria de Araure, el perverso José Puy abandona precipitadamente el pueblo
sin ocuparse de nada ni de nadie. Lo mismo hacen sus secuaces quienes
“espoleados por el pánico”, han dejado libres a 115 presos de los cuales muchos
estaban ya puestos en capilla[124] para ser ejecutados. Entre ellos se
encontraban José Antonio Páez, futuro héroe de tantos combates y de quien tanto
se ocupará la historia.
Los presos al verse solos y
sin guardias, se salieron de la cárcel y se fueron a sus casas. En la calle un
amigo le quitó los grillos a Páez. La victoria de Araure le ha salvado la vida,[125]
y él en agradecimiento a la gloria de Araure, años después le hará honor a su
pueblo en carta que le escribiera. De esto lo hablaremos en el capitulo VII de
esta obra.
Bolívar
y la Batalla de Araure
El Libertador por mucho tiempo
conservó un vivo recuerdo de esta “memorable jornada” como él mismo la califica
en sus escritos.
El encuentro que en Araure
preparó El Libertador no era obra de la casualidad, como hemos visto. Sus
proféticos planes en la carta 27 de noviembre, evidencian sus cálculos como
estratega. Para muchos el alma de Bolívar se revela en Araure en toda su
grandeza. Sobre el particular, Francisco Rivas Vicuña ha escrito: “Esta campaña
había de poner a prueba las capacidades militares del general en Jefe, ya no se
trataba de un desfile entre el doble frente de una serie de columnas enemigas cuyo
ataque en detalle era posible tentar... tampoco en el caso sencillo de disponer
el asalto de una plaza fortificada: la situación era muchísimo más seria”.[126]
En aquella prueba de fuego el
Libertador debía medir sus propias capacidades militares. “La acción debía ser
decisiva: derrotado trataría de salvar sus elementos para rehacerse en tiempos
mejores, vencedor aseguraría la conquista y obteniendo un acuerdo eficaz con
Mariño, lograría la independencia de su patria”.[127]
De modo que, en 1813, la suerte de la
República se estaba jugando en los campos de Araure. Por fortuna, la conducta
y valor de los soldados inclinaron la balanza a favor de los republicanos.
Los soldados pelearon no sólo para ganar una batalla, sino para destruir una
fuerza que oprimía a Venezuela. Esto fue lo más importante: recobrar la fe de
los pueblos y el alma de los venezolanos que reclamaban tranquilidad en sus
hogares
Bolívar pensó que la victoria
de Araure “produciría un saludable desengaño en los criollos
alucinados que volverán al seno de la patria, si se olvidaban sus extravíos”.[128]
El Decreto de Guerra a Muerte dejaría de tener vigencia si el pueblo se
convencía de que el destino de la patria podía ser otro. Es por ello que
inspirado en esta jornada lanza un “Indulto a los Americanos” para
perdonar a los americanos monarquistas por indiferencia o por males causados.
El 7 de diciembre, desde San Carlos, Bolívar escribe en esta proclama:
“¡Habitantes de Venezuela! Todos los soldados que sostenían a los opresores de
Barinas y del Occidente han sido destruidos. La Victoria de Araure, que ha
sepultado en la nada a más numeroso ejército con que os han amenazado, ha hecho
caer de las manos de los otros la espada que empuñaron los cobardes para su
oprobio”. Exalta lo importante que sería la vuelta a la patria, a los hogares,
donde ahora se respiraba una “soledad espantosa”. A los venezolanos les dice:
“Elegid, compatriotas, o venir a disfrutar de la Libertad bajo el Gobierno
independiente, o expirar de miseria en los bosques o víctimas de una justa
persecución”.
Conmovido y deseoso de una
total pacificación de la República recuperada, Bolívar ratifica: “Yo os empeño
mi palabra de honor de olvidar todos vuestros pasados delitos, si en el término
de un mes os restituís a vuestros hogares. Bajo esta salvaguarda, sagrada para
mí, podréis gozar tranquilos de los bienes que os ofrece Vuestra Patria y
podréis después aspirar por una buena conducta y útiles servicios a las
consideraciones del Gobierno”.[129]
Esta proclama, antagónica al
denominado decreto de la Guerra a Muerte, no consigue los
resultados esperados. Como bien afirma don Alfonso Rumazo González, “en ese
vasto conglomerado de analfabetos que es Venezuela, no produce ningún efecto”.[130] La
Revolución venezolana ya había dejado un marca traumática en la sociedad
agobiada por el estado de guerra. En la Proclama citada, el propio Bolívar
estampa la realidad: “La soledad espantosa que reina en los pueblos que
ocuparon (los realistas), las lágrimas de algunas pocas infelices mujeres por
sus maridos, padres e hijos asesinados, y cuyos cadáveres se hallan atravesados
hasta en los caminos públicos, descubren manifiestamente sus proyectos, y que
eran los de un exterminio total de los habitantes”.
Pero si bien el Indulto de
San Carlos no vierte sus efectos sobre los habitantes de Venezuela, la batalla
como tal sí causó un impacto para los realistas. Rivas Vicuña advierte que
“desde el triunfo de Araure, Bolívar dejó de ser para los españoles un capitán
de fortuna a quien las torpezas ajenas habían franqueado el paso de Cartagena a
Caracas, era todo un General que sabía mover sus hombres con rapidez y
precisión en vastísimo territorio y que era capaz de agruparlos con pericia
para el combate mismo”.[131]
El biógrafo bolivariano
Alfonso Rumazo González, se pregunta al respecto: “¿En dónde había aprendido
Bolívar a hacer la guerra? ¿De dónde tuvo la inspiración de la “guerra a
muerte”?...[132] Mientras don Vicente
Lecuna, por su parte, se ocupa en comparar la estrategia utilizada por Bolívar
en Araure, la cual equipara a la altura de las acciones militares ejecutadas
por Napoleón Bonaparte o Federico II.[133]
Tales consideraciones, constituyen los trofeos que cobra el Gigante de
América en el campo de Araure. El Libertador en ella, después de 21 horas a
caballo al servicio de su patria, brilla como el que más con una grandeza sin
límites, que lo hacen merecedor de la gloria que cada día le acompaña.
Araure
es para Bolívar, la tercera batalla de su descollante carrera militar. La
primera había sido Bárbula donde salió victorioso sobre Bobadilla, y la segunda
Vigirima contra Salomón, donde también recoge fructíferos laureles.
Los demás encuentros de armas, habían sido sólo combates o sitios. Juntos le
daban a Bolívar nueve acciones en tierras venezolanas. Sobre esta base se
construirá el camino a Carabobo.
Esta, su “memorable jornada”,
ocupó por mucho tiempo la atención de El Libertador, llegada la hora de
redactar sus escritorios y proclamas. De ella hablará a Sir Richard Wellesley,
parlamentario de Londres, en carta de enero de 1814,[134]
también al Presidente del Congreso de la Nueva Granada con fecha 1° de febrero
de 1814[135] y en Proclama a los venezolanos de fecha 24
de marzo del mismo año.[136]
Al Libertador de Oriente, Santiago Mariño le hablará en diversas oportunidades
sobre la victoria de Arauree, siendo el texto más elocuente su misiva del 16 de
diciembre de 1813,[137]
donde, todavía fresca la emoción de la victoria, los hechos aparecen narrados.
En
ella, el propio Libertador cuenta los detalles de la jornada. Léase su contenido:
“Tres mil y
más hombres del ejército español, muertos, prisioneros o dispersos, pagan
tributo a la gloria de los triunfos de la República. Las varias relaciones de
los prisioneros, comparadas posteriormente por el Coronel Villapol, Comandante
de ala derecha producen de acuerdo, que el número de los enemigos pasaba de
3.700 hombres de los cuales 1.400 eran caballería, cuando aseguramos en el
Boletín número 25* que era únicamente de 3.500 por los informes recibidos
antes en la misma Villa de Araure. Ellos eran superiores en el número y
calidades de su caballería: nosotros puede decirse no teníamos artillería
excepto dos pedreros,** cuando el enemigo hacía servir en la llanura diez
piezas, la más de calibre de a cuatro. Antes de la derrota de nuestra vanguardia
éramos superiores en la infantería; pero habiendo tomado todos los fusiles de
ella y armado con ellos a sus hastarios entramos en la acción general con una
infantería inferior.
Sin
embargo, el valor de nuestras tropas, haciéndolas sobreponerse a la cruel
desgracia de la destrucción absoluta de la vanguardia; las hacía esperar con
impaciencia el momento de empeñar el combate. Luego que se formó la línea de
batalla avanzaron rápidamente y en el mejor orden, no obstante el estrago que
les causaba el fuego de la artillería enemiga. Cuando estuvimos a tiro de
pistola *** se ordeno por los Comandantes de la División romper el fuego por
descargas cerradas, lo que se verificó a son de ataque marchando nuestras
tropas, y con una vivacidad que no hubieran tenido las más aguerridas europeas.
Habiendo cargado al fin de nuestra infantería a la bayoneta, se arrojó sobre la
sólida línea de los españoles y la derrotó tan completamente, que apenas se ha
salvado para Coro su General en Jefe Ceballos con veinte hombres que logró
reunir”.
Honor a los combatientes de Araure
La Victoria de Araure, el 15
de diciembre, es además de Bolívar, la victoria de un pueblo ganado a las
luchas.
Alfonso Rumazo González es muy
justo al escribir: “No hay otra diferencia entre los dos bandos, que el ideal
que sostienen, que los Jefes que lo dirigen, que la justicia o injusticia de la
causa que defienden. En ambos anima el espíritu de la aventura, la audacia, la
crueldad muchas veces, el odio y la venganza; en suma, la consigna de “guerra a
muerte” acucia republicanos y monárquicos hasta el fanatismo. Es una guerra de
valientes contra valientes”.[138]
Y estos “valientes contra
valientes” han dado su sangre a cambio de la Libertad en los campos de Araure.
Algunos han perecido, otros no, pero lo harán. Son los héroes, de quienes su
nombre la historia ha guardado con celo en sus gloriosas páginas.
He aquí los del Ejército
Patriota:
Rafael
Urdaneta
En la jornada de Araure,
comandaba la primera línea de batalla, al frente de tres Divisiones. Sobre su
vida ya se han ocupado algunos biógrafos. Sólo diremos que había nacido en
Maracaibo en 1788, y que desde comienzos de la revolución se incorporó a la
causa republicana. En Araure, muy joven, a los 25 años, lo vemos con tan alta
responsabilidad. Ese mismo año logra el rango de General de Brigada. En 1815 el
de División y en 1821 el de General en Jefe. Ejerció funciones de Intendente y
comandante General del Departamento del Zulia desde mediados de 1824. Después
de la victoria de Araure, Bolívar dirá de él: “el más constante y sereno
oficial del ejército”.[139]
Murió en París en 1845, después de dar grandes muestras de valor a su Patria.
Vicente
Campo Elías
Nació
en España en 1759 y llegó a Venezuela en 1792. Desempeñó funciones concejiles
en Trujillo y Mérida, ciudad esta última donde se le unió a Bolívar a
principios de la Campaña Admirable. Combatió en Niquitao, Los Horcones, Las
Trincheras, Mosquiteros, La Puerta y La Victoria.
Su
apego a la causa republicana, aún siendo español, es sorprendente. En Calabozo,
centro de operaciones de Boves, hizo pasar a cuchillo a la cuarta parte de la
población “para castigarla por no haberse sublevado contra Boves”. [140]De
él la frase elocuente y trágica que ha recogido la historia: “Después que los
haya degollado a todos, me quitaré la vida para que así no quede uno de mi
raza”. [141]
Pelea en Araure al mando del
Batallón “Barlovento”, cuando era un curtido hombre de 54 años. Va a morir en
pleno combate en la ciudad de San Mateo el 16 de marzo de 1814.
Manuel
Manrique
Había nacido en San Carlos en
1794. Cuando pelea en la Batalla de Araure, siendo Mayor, al mando de los
“Valerosos Cazadores” con 600 hombres, es apenas un joven de 19 años. Fue
herido en Puerto Cabello cuando trataba de colocar el estandarte de la Libertad
en el vigía del centro del castillo.[142]
Se distinguió en las campañas de Boyacá, Carabobo, y en la última de Maracaibo.
Murió el 30 de noviembre de 1823, en el Zulia, después de padecer enfermedad;
había llegado a ser General. Su arrojo en la Batalla de Araure, mereció los más
calificados elogios por parte de Bolívar a la hora de honrar a los más
valerosos.
Manuel
Villapol
Nace en Sevilla, España, en
1769. Siendo militar de carrera, abrazó la causa patriota. Se le creyó muerto
en Vigirima donde sólo cayó por un despeñadero. Había servido trece años en las
armas del Rey y se le siguió causa por infidencia, pero fue puesto en libertad.
Peleó en Araure al frente de un batallón de 500 hombres, a la edad de 44 años.
Murió heroicamente al año siguiente en la batalla de San Mateo el 28 de
febrero, cuando una bala de fusil le atravesó el corazón, casi al terminarse la
sangrienta batalla. Tuvo dos hijos patriotas, Napoleón quien peleó con Páez en
la toma de Puerto Cabello y Pedro, quien enfurecido por el fin de su padre, salió
del hospital de sangre donde se hallaba herido y vendado, para pelear donde
cayó su progenitor, de donde fue recogido casi exánime mientras se desangraba
por su herida.
Florencio
Palacios
Nació en Caracas hacia 1783. A
la edad de trece años era cadete de los voluntarios de Aragua, y a los 28
ascendió a Coronel. Con este rango pelea valerosamente en Araure, al frente del
“Batallón sin Nombre” de 600 soldados. Había sido apresado en la Villa de
Araure, al entrar en ella Monteverde, en 1812 y luego enviado a Coro. El
Gobernador realista Ceballos, mediante su amistad con la familia Palacios lo
puso en libertad, sin sospechar que él mismo lo destruiría en los campos de
Araure. En esta batalla tenía la misma edad del Libertador, treinta años. Murió
en la isla de Haití en 1816 siendo General.
Luis María
Rivas Dávila
Había nacido en Mérida en el
año 1778. En la Batalla de Araure contaba con 35 años, y estuvo al frente de la
Escolta de “Dragones” con 150 hombres, que era la Guardia del Libertador. Había
peleado en Bárbula. Murió heroicamente en la Batalla de La Victoria, el 12 de
febrero de 1814, dos meses después de la victoria de Araure. Sobre él dejó
escrito Eduardo Blanco en Venezuela Heroica:”... es un meteoro del fúlgidos
reflejos; duró lo que el relámpago, pero la viva luz que esparce su renombre,
ilumina más de una página gloriosa de nuestra historia patria. Altivo,
generosos, magnánimo, La Victoria le sirvió de tumba y de apoteosis. Murió como
Epaminondas, en los brazos del triunfo y de la gloria, haciendo votos por
aquella patria que abandonaba cuando más necesarios le eran todos sus hijos.[143]
Cuando se le extraía la bala que le causó la muerte, recomendó: “Llevadla a mi
esposa, y decidle que la conserve, y se acuerde que a ella debo el momento más
glorioso de mi vida, aquel en que he perecido defendiendo la causa de mi
suelo”. Su último aliento fue exclamar: “¡Muero contento; viva la República!”.[144]
Es justo decir que en Araure
con sólo 150 hombres, inspiró la marcialidad al Escuadrón “Soberbios” Dragones,
quienes pudieron arrollar una caballería de 1.500 hombres. Antonio Muñoz Tébar,
al recordar la batalla del 5 de diciembre en Araure, dice: “Se debe en gran
parte a los esfuerzos de Rivas Dávila este famoso día”.
Coto Paúl
Su nombre verdadero era
Francisco Antonio Paúl y Terreros, pero se dio siempre a conocer en la época
magna como “Coto Paúl”. Había nacido en Caracas en 1773. Licenciado en Derecho,
fue miembro entusiasta de la Sociedad Patriótica y en 1812 fue Gobernador de
Caracas y representó el Poder Judicial en las reuniones que precedieron a la
Capitulación de Miranda. Combatió valientemente en Vigirima y San Mateo. Aunque
a San Carlos llegó con el Escuadrón “Agricultores de Caracas”, éstos no
pudieron concurrir a la batalla de Araure, por él sí. Peleó en ella siendo un
hombre maduro de 40 años. Había casado con Josefa Almeida, sobrina carnal de
Miranda y con sus dos hijos tuvo que huir después de caída la Segunda
República. En 1820 se incorporó en Río Hacha como Auditor de Guerra a las
fuerzas patrióticas del General Mariano Montilla, y ese mismo año muere en la
Villa de Soledad, víctima de unas fiebres palúdicas.[145]
Pedro
Briceño Pumar
Prócer llanero nacido en
Barinas, de las familias más notables.[146]
Fue miembro de la Junta Superior de Gobierno de Barinas en 1810.[147]
Casó con una hermana del futuro Arzobispo de Caracas, Ramón Ignacio Méndez,
llamada Manuela Méndez. Como Comandante General de Barinas, siendo Coronel,
dirigió la retirada hacia San Carlos en 1813.[148]
Peleó en la Jornada de Araure al frente de la Caballería de Barinas, con 400
jinetes, y ocupó en el campo el ala derecha, siendo Coronel.[149]
José de
Austria
Nació en Caracas, el 24 de
noviembre de 1791. Muy joven, en 1810 fue Subteniente del Batallón
“Barlovento”, en donde llevaba la Bandera, y con él participa valientemente en
la Batalla de Araure a la edad de 22 años. Esta jornada y otras, quedarán
grabadas en los recuerdos de su fresca juventud, para luego narrarlas en las
Memorias que más tarde escribiera.
En 1829 era Primer Ayudante
General del Estado Mayor del Libertador, con el grado de Coronel. Sirvió bajo
las órdenes de los grandes, desde Miranda hasta Páez, y su actuación se
extiende hasta la Guerra Federal.
En la batalla de Araure
participó personalmente contra el intento de contraataque del temible Yánez,
después de pasar el río Acarigua al lado del Capitán Mateo Salcedo, ya en el
final de la batalla.[150]
Presbítero
José Félix Blanco
Nacido en Caracas el 24 de
septiembre de 1782, se hizo sacerdote en la propia Capital, donde estudió
Filosofía y Ciencias Sagradas. Fue testigo presencial de suplicio de José María
España, y de las tentativas de Miranda. Se hallaba en la Sala del Ayuntamiento
el 19 de abril de 1810, y fue Capellán del 1er. Ejército del Poniente a las
órdenes del Marqués del Toro. En 1813, lo vemos en la batalla de Araure a la
edad de 31 años, formando parte del Estado Mayor del Libertador.[151]
De él nos ocuparemos detalladamente en el Capítulo que trata sobre biografías.
Morirá el 18 de abril de 1872 en su ciudad natal, de avanzada edad, lo que le
permitió ostentar el Grado de General de División, otorgado por José
Antonio Páez.
Tomás
Montilla
Era Secretario de Guerra en la
Batalla de Araue, y formaba parte del Estado Mayor del Libertador.[152]
Había nacido en la ciudad de Caracas en 1787; anteriormente se había enfrentado
a Yánez como Teniente Coronel de Húsares o soldados de Caballería.[153]
Llegó a ser General.
Pedro
Briceño Méndez
Era Secretario del Libertador
en la Batalla de Araure. Había nacido en Barinas, y era hijo de Pedro Briceño
Pumar, también actor de esta jornada. Estudió filosofía y Leyes en Mérida y
Caracas. Acompañó a Bolívar por muchos años, mostrando una gran fidelidad
incluso hasta sus últimos días. De él ya se han ocupado algunos investigadores.[154]
Caso con una sobrina de Bolívar de nombre Benigna Palacios. Su hermano, el
Coronel Juan Nepomuceno Briceño Méndez fue también prócer de la Independencia,
al igual que su primo hermano, el Coronel José Briceño Méndez.[155]
Pedro Briceño, llegó a ser General de la República, y escribió sus Memorias las
cuales tituló “Relación Histórica”,[156]
en donde encontramos estampada la Batalla de Araure.
Pedro Buroz
Era el cuarto hijo del prócer
familia de los Buroz. Se había incorporado a la lucha por la independencia en
1812 bajo las armas patriotas de Mac Gregor. En la batalla de Araure era
Subteniente de los “Soberbios Dragones de Caracas” a la tierna edad de 16 años.
Allí recibió dos heridas de metralleta que lo hacen destacarse valientemente y
figurar entre quienes reciben elogios por parte del Libertador en el Boletín de
Guerra N° 25. Había nacido en Caracas en el año 1797 y va a morir meses después
de la Batalla de Araure, el 27 de febrero de 1814 en la acción de San Matero,
de apenas 17 años.[157]
Venancio
Buroz
Había nacido en Caracas en
1794, era hermano de los próceres Lorenzo, Vicente, Pedro y Lope María.[158]
Estaba haciendo estudios científicos cuando la invasión de Monteverde a
Caracas, en 1812 interrumpió su carrera, teniendo que huir muchas veces por las
persecuciones que se le hacían a su familia, de enteros ideales patriotas.
Abandonando los estudios, participa con Francisco de Miranda en la lucha de la
Primera República. Lo hacen prisionero en Los Guayos ante la funesta
Capitulación de San Mateo y llevado a Valencia. Luego se escapa y se incorpora
a las campañas de 1813 con el Ejército Libertador. En la Batalla de Araure, de
apenas 19 años, lo vemos como capitán de Batallón de “Valerosos Cazadores”;
cuando encuentra la muerte en el propio campo de batalla al principio de la
jornada.[159] Sobre él y sus hermanos
escribe con sobrada justicia Antonio Muñoz Tébar: “Mientras el fuego de la
libertad abrase los corazones americanos, no se recordará sin un sentimiento de
entusiasmo y veneración la corta pero heroica historia de los Buroz. Su nombre,
memorable en los anales de la virtud, ha conseguido la inmortalidad; y la serie
de triunfos célebres que han rescatado a tantos pueblos de la tiranía, será
preservada del olvido junto con el indeleble nombre de Buroz”.[160]
Pedro, de apenas 16 años,
después de derramar lágrimas por su hermano en las llanuras de Araure, vengó la
muerte de sus parientes el 27 de febrero de 1814, donde perdió la vida.[161]
Jacinto
Lara
Había nacido en Carora, en el
estado que hoy lleva su nombre hacia 1778. Su carrera militar es muy larga,
desde las primeras campañas con Miranda en 1811. Fue uno de los venezolanos que
dejó el arado por el fusil. Acompañó a Bolívar desde la Campaña Admirable y sus
triunfos son innumerables. San Carlos, El Yagual, Mucuritas, Caroní, y otros,
son algunos de sus laureles. Se midió como guerrero al lado de Páez, Sucre y
estuvo en la campaña del Sur, siendo en 1821 Gobernador de Santa Marta y
Cartagena. También lo veremos en El Cuzco, Arequipe y Ayacucho. Fiel al
Libertador, sólo quiso servir en las armas mientras Bolívar estuvo vivo, y
apenas aceptó la Gobernación de su Provincia natal. Murió en Barquisimeto, el
25 de febrero de 1859.[162]
En la Batalla de Araure, cuando tenía 35 años, formaba parte del Estado Mayor
del Libertador.[163]
Mateo
Salcedo
Oficial patriota de
distinguida actuación, nacido en Barquisimeto. Se había alistado en la
expedición del Marqués del Toro.[164]
En la Batalla de Araure, era Capitán de los “Lanceros de Ospino”.
Combatió gloriosamente, tanto
así, que el Libertador le concedió en el propio campo de batalla, la venera de
honor de los “Libertadores de Venezuela”.[165]
Con él se hace orgulloso el nombre del estado Lara en esta Batalla por su
acción ejemplar y decisiva.[166]
Siendo Coronel fue a morir en el Rincón de los Toros, el 17 de abril de 1818, casi
en presencia del Libertador.
Teodoro
Figueredo
Natural de San Carlos, de
larga y meritoria actuación alcanzó el Grado de General. En la Batalla de
Araure era Comandante de la Caballería de San Carlos, la cual se componía de
doscientos jinetes. Quedó herido en el campo de batalla, y su nombre figura al
lado de otros héroes, en el parte oficial de ese 5 de diciembre de 1813.
Manuel
Gogorza
Alcanzó el grado de Coronel en
la Campaña Admirable. Era natural de Trujillo[167] y desde 1810 había comenzado a combatir por
la independencia. En Araure lo vemos al frente de 400 infantes del Batallón
“Valencia”, donde tuvo que luchar palmo a palmo con el contrario. El 2 de
febrero de 1814 al frente de trescientos infantes y cien caballos participa en
el asalto al pueblo de Ospino, para auxiliar al Batallón Barlovento, donde
murió el temible Yáñez.[168]
También se destaca en San Mateo. Fue fusilado en Valencia el 9 de julio de
1814, después de la Capitulación de aquella ciudad.[169]
Pedro
Miguel Chipia
Militar venezolano que en
julio de 1811 era cadete del Cuerpo de Artillería de Caracas, y fue Subteniente
del mismo.[170] Había nacido en Trujillo
[171]
y en esta Provincia se le unió en octubre de 1813 a Bolívar. Era ya Capitán
cuando resultó herido en la Batalla de Araure; participó en las campañas del 14
y en la emigración a la Nueva Granada. Asistió a la toma de Bogotá, y participó
en la expedición de Los Cayos como Coronel. Murió peleando por la libertad el
11 de abril de 1817 en la Batalla de San Félix, al lado del caraqueño José María
Landaeta.[172]
Pedro
Fermín Briceño
Había nacido en 1765. Fue
Alcalde Ordinario de Trujillo en 1798 y 1804. También fue Teniente y Justicia
Mayor de Escuque. Estuvo en octubre de 1810 representando a la ciudad de
Trujillo como Vocal de la Junta Revolucionaria.[173]
Después de esto, fue desterrado a Puerto Rico de donde logró evadirse junto con
su hermano Domingo y otros próceres. Al llegar a su Patria, regresa a Caracas
en junio de 1813, donde es arrestado por orden de Monteverde. Una vez en
libertad sigue prestando sus servicios a la Independencia; de esta forma lo
vemos en Araure a la edad de 48 años, donde resulta herido.[174]
Casó en Maracaibo con Doña Rosa Valbuena y murió en Caracas en julio de
1840.
Rudecindo
Canelón
Preso por Monteverde en el
Occidente, sorprendió mucho a sus enemigos por la firmeza con que sostenía la
causa de la Libertad. Estuvo preso también en Puerto Rico y en Coro. Era
“extraordinariamente audaz”, tanto así que en la Batalla de Araure con sólo
ochenta soldados atacó al ejército combinado de Yáñez y Ceballos compuesto de
más de 3.700 hombres. Fue uno de los pocos sobrevivientes, al lado de Manrique,
después de la carnicería de que fueron objeto a principios del combate.[175]
Su arrojo hace posible la embestida contra los españoles, al frente de los
“Valerosos Cazadores”, para salvar con sus carabineros la compañía del Capitán
Tomás Planes.[176] Sin embargo su ferocidad
al servicio de La patria se apagará en la acción que se desarrolló en las
alturas de Pantanero en La Victoria. Allí el 12 de febrero de 1814 cae muerto,
al pelear valientemente contra el tirano José Tomás Boves. De él ha escrito
Antonio Muñoz Tébar: “En honor de este intrépido oficial, es preciso decir, que
son muy pocas las batallas que ha habido en Venezuela, felices o desgraciadas,
en que no se haya batido con desesperación al lado del estandarte tricolor.
Furioso se precipitaba sobre las líneas enemigas, desafiando la muerte que le
respetó mucho tiempo. Nada fue capaz de aterrarle...[177]
Tomás
Planes
Español de origen radicado en
Mérida. Se unió al Ejército Libertador en mayo de 1813. En la Batalla de
Araure, fue uno de los sobrevivientes de los “Valerosos Cazadores” cuando era
Capitán al lado del heroico joven Manuel Manrique.[178]
Siendo Teniente se distinguió en la Acción de Niquitao como Edecán de José
Félix Ribas, quien escribió de él: “siendo mi ayudante y cumpliendo con la
mayor fidelidad en este cargo, se arrojó varias veces sobre el enemigo, tomando
un fusil en la mano, haciendo las veces de un soldado”.[179]
Juan
Vicente Landaeta
Militar republicano nacido en
Valencia de Venezuela hacia 1772. Se alistó como Cadete en 1787 en el Batallón
de Infantería Disciplinada de Blancos de su ciudad natal. Ascendió a
Teniente en 1797 y a Capitán en 1824. El 13 de septiembre de 1813 pelea en
Cerritos Blancos al lado de Ramón García de Sena, y en octubre del mismo año le
encontramos peleando en la sabana de Jujure o Turén. En este combate poco
conocido,[180] Landaeta atacó a 800
infantes y 200 jinetes quienes amotinados en las bocas calles y plaza principal
del pueblo, causaron estragos en la zona. Los realistas perdieron 125 soldados
y parte de sus armas y pertrechos, mientras que el ejército patriota no
experimentó la menor desgracia.
Con 41 años de edad, lo vemos
en la Batalla de Araure al frente de las Caballerías de San Carlos y Calabozo,
ocupando el ala izquierda.[181]
Murió siendo Coronel en la acción de Ocumare en el año 1816.
Francisco
Conde
Uno de los próceres de
incansable trayectoria. Había nacido en Caracas en 1780 y desde 1811 lo vemos
en la lucha al lado de Miranda. Participó con el Libertador en casi todas las
campañas de 1813. En la Batalla de Araure era Capitán a los 33 años, y ocupaba
el puesto de Segundo Comandante[182] del Batallón “Vencedor de Araure”. Su hoja de
servicios está llena de combates al lado de los grandes: Urdaneta, Páez, Mariño
y otros. Diputado al Congreso de Angostura en 1819, Gobernador de Guayana en
1821, de Barinas en 1823 e Intendente del Departamento de Apure en 1825. Fue
miembro de la Convención de Ocaña y en 1830 del Congreso de Venezuela. Ascendió
a General de Brigada en 1834. Muere en 1842.[183]
Andrés
Linares
Había nacido en San Lázaro,
Estado Trujillo, hacia el año 1780.[184]
Se destacó en la acción de Mosquiteros el 14 de octubre de 1813 con
“distinguida conducta”.[185]
En la Batalla de Araure forma parte del Batallón “Barlovento” a la edad de 33
años. Al terminar la Batalla, en la Aparición de la Corteza, el día 6, fue
mandado al frente de ese Batallón a Barquisimeto junto a la División de
Villapol.[186] Años después mandaba el
Cuerpo de “Soberbios de Antioquia” en Nueva Granada (Colombia) cuando cayó
prisionero de los realistas, y fue fusilado el 3 de septiembre de 1816 [187]
en la Plaza de Santa Fe.[188]
Francisco
Piñango
Según López Contreras,[189]
en Araure estuvo un Escuadrón de Caballería al mando de un prócer de apellido
Piñango. Creemos que se trata, con toda seguridad, de Francisco Piñango, quien
participó en el asalto a Puerto Cabello, al frente del Cazadores donde “se ha
distinguido por su valor e intrepidez”,[190]
y resultó levemente herido. También se distinguió con el Grado de Coronel al
mando del Batallón de Barcelona, y murió en la acción de Quebrada Honda, en
agosto de 1817. Era hermano de Judas Tadeo Piñango, más tarde General de la
República.
Miguel
Zagarzazu
Nació en Cagua en 1795. Se
alistó en las banderas republicanas siendo un adolescente y combatió a las
órdenes de Miranda.
Se destacó en las jornadas de
La Victoria, San Mateo y La Puerta. Cuando combate en la Batalla de Araure, al
frente del escuadrón “Soberbios Dragones”, apenas tiene 18 años. Una larga
lista forma su rica hoja de prócer destacado: Magüeyes, Urica, El Alacrán, El
Juncal, Campaña de Guayana, San Félix, Sitio de Angostura, Calabozo, El
Sombrero y Semen, acción esta última donde resultó herido de gravedad.
Restablecido lo vemos con Páez en los llanos, y en Carabobo es Capitán de
Cazadores del Batallón Bravos de Apure. Fue ascendido a Teniente Coronel y
condecorado con la Cruz de los Libertadores de Venezuela. Siendo Coronel
sostuvo la causa bolivariana de la Gran Colombia y en 1830 fue testigo de la
muerte del Libertador en Santa Marta. Regresó a Venezuela y falleció en 1862
llegado casi a los setenta años.[191]
Juan Montes
Notable prócer nacido en
Caracas hacia 1783, se incorpora a la lucha desde 1810. Participa en la toma de
Valencia en 1811 y después de la Capitulación de Miranda estuvo preso en Puerto
Cabello. Reincorporando, lo vemos en la Batalla de Araure a los 30 años de edad
como Cirujano. Después de la Batalla de Urica emigra a las Antillas y en 1816
estaba en la Isla de Margarita, de donde pasó a Guayana el año siguiente con el
Almirante Brión. Desde 1817 en adelante prestó servicios en Angostura como
Cirujano Militar atendiendo también la población civil. Llegó a ser General de
la República y murió en Ciudad Bolívar en 1870 a los 87 años de edad.[192]
Ignacio
Luque
Es otro de los oficiales que
en la Batalla de Araure se sobrepusieron a la matanza de los “Valerosos
Cazadores” al mando de Manrique. Había resultado herido en las jornadas de Las
Trincheras[193] y se destaca en San Mateo en 1814.[194]
Con el grado de Coronel mandaba un Batallón en Ayacucho. Tuvo destacada
participación en los sucesos de Cartagena de 1830 a 1831 y fue expulsado de la
Nueva Granada en 1834. Su nombre viene a la memoria del Libertador por su
acción heroica en Araure, y lo destaca entre otros, en su Discurso del 2 de
enero de 1814.[195]
José Blanco
Pelea en Las Trincheras el 3
de octubre de 1813, por lo cual Rafael Urdaneta recomienda “su valor y
entusiasmo”.[196] Sin embargo este valor
le va a hacer falta a la Patria, cuando siendo Capitán cae muerto el 5 de
diciembre en la Batalla de Araure. Fue otro de los destrozados con el Batallón
de “Valerosos Cazadores” a las órdenes de Manrique.[197]
Manuel
Almeida
Al igual que el anterior,
pelea contra el Coronel Luciano D’Elhuyar en Las Trincheras, donde resulta
herido.[198] Cae mortalmente junto a
los “Valerosos Cazadores”, siendo Subteniente, en el campo de Batalla de
Araure, el 5 de diciembre de 1813.[199]
Nicolás
Briceño
Para el momento de redactar estos
apuntes, no tenemos todavía claro si se trata de Nicolás Pulido Briceño.[200].
Urdaneta en sus Memorias dice que en plena Batalla de Araure, y bajo los fuegos
enemigos, el Libertador mandó una de los Capitanes de los “Soberbios Dragones”
de nombre Nicolás Briceño,[201]
“a tomar dos piezas de artillería de las alas enemigas de las más mortíferas” y
“ejecutóse esa acción bravamente”. Creemos que se trate, casi seguramente, del
hijo [202] del coronel Pedro
Briceño Pumar, actor también de los hechos. Sin embargo este Nicolás Briceño y
Nicolás Pulido Briceño, se nos presentan confusos. Los dos eran barineses y
lucharon en la misma época por la independencia. [203]
Manuel
Antonio Pulido Briceño
Prócer barinés, hijo del
español Antonio Pulido León y la barinesa María Inés Briceño Pumar. Nació en
1780. Era dueño del hato “La Calzada”, en donde halló trabajo y refugio en su
juventud José Antonio Páez. Fue miembro de la Junta Suprema de Barinas en 1810
y posteriormente Gobernador de esa Provincia.[204]
Con este cargo encabeza en 1813 la emigración hacia San Carlos, en donde se
incorpora a la Campaña.[205]
Lucha con 33 años en la Batalla de Araure y después de esta acción, en
desacuerdo con Bolívar por diferencias en las ideas políticas de ambos, emigra
en 1814 a Curazao.[206]
Allí permaneció hasta 1817 cuando al viajar en misión diplomática a Haití,
pereció en un naufragio.
Ramón
García de Sena
Hijo de una notable familia de
próceres[207] había nacido probablemente en La Victoria,
Estado Aragua hacia el año 1779. Fue Secretario de Guerra durante la Primera
República en abril de 1812.[208]
En la Batalla de Araure, siendo un hombre de 34 años, formaba parte del Estado
Mayor del Libertador,[209]
y posterior a ésta Bolívar lo destaca hacia la Provincia de Barinas como
Gobernador. Permaneció poco tiempo en ella, ya que el 10 de enero de 1814, los
jefes realistas Yáñez, Puy y Ramos, lo hacen salir con su tropa.[210]
Muere el 15 de junio de 1814 en la Batalla de La Puerta.[211]
Miguel
Monagas
Muy poco hemos encontrado
sobre este militar. Sabemos que peleó en Las Trincheras el 3 de octubre de
1813, siendo Subteniente[212]
donde fue herido; y sin reponerse de esto volverá a derramar sangre por la
Libertad en la batalla de Araure. En ella peleó con el grado de Capitán,
ascenso que le dio el propio Bolívar dos meses antes de la batalla el 5 de
octubre en Valencia, cuando estaba al frente de la 2da. Compañía del Batallón
de Cazadores.[213]
Mauricio
Encinozo
Prócer barinés que en julio de
1811 era Presidente de turno de la Junta Superior de Gobierno de Barinas. Se
distinguió en La Victoria en febrero de 1814. Acompañó a Bolívar en la
expedición de Los Cayos en 1816 y resultó herido en la batalla de El Alcaraván
en 1817. Llegó a ser Coronel al frente de Granaderos de la guardia y
posteriormente Comandante General de la Provincia de Trujillo. En la Batalla de
Araure siendo Capitán, resultó herido.
Pedro
Lovera
Muy poco encontrado acerca de
este prócer. Sólo que en la Batalla de Araure era Cabo 2do. del Batallón
“Vencedor de Araure”, y que el Libertador le concedió el 17 de febrero de 1814,
la Gracia de inválidos en su tercera parte, como puede verse en un documento de
esta fecha, en los “Escritos del Libertador”.
Antonio
Ascanio
Prócer venezolano de larga
existencia, había nacido en Caracas hacia fines del siglo XVIII, hijo de
Bernardo Ascanio y Juana Franquiz. En 1811 se alistó con el grado de Alférez,
en el Ejército de la República. Combatió en Vigirima. Al pelear en la Batalla
de Araure no pasaba de 19 años de edad. En 1814 fue uno de los defensores de
Valencia, durante el primer sitio de la ciudad. Lo encontramos en la batalla de
Aragua de Barcelona, y en la expedición de Los Cayos. Participó en las campañas
de Margarita, Carúpano y Ocumare de la Costa y siguió con el Ejército hacia el
interior combatiendo en El Alacrán y El Juncal. Peleó en la campaña de Guayana,
y siguió luchando hasta Carabobo en 1821 donde lo vemos como Teniente Coronel.
En 1826 se destacó en la persecución del guerrillero realista Dionisio
Cisneros, activo en las cercanías de Caracas. Había enviudado de Benigna Ustáriz
y luego casó con Trinidad Rivas Pacheco. Falleció en 1856 pasados ya los 57
años de edad.[214]
José María
Ortega
Más tarde General. Oriundo de
Bogotá,[215] se une a Bolívar a
principios de la Campaña Admirable. Pelea con el Libertador en el sitio de
Barinas,[216] el 5 de julio de 1813,
contra el Coronel Antonio Puy. En la Batalla de Araure, formaba parte de la
Retaguardia,[217] siendo Coronel al frente
de las fuerzas vencedoras en Vigirima.
José
Hilario Ortiz
Casi nada hemos encontrado
acerca de este militar, sólo que en la Batalla de Araure, era el Capitán de la
Caballería de Caracas, que cubría el ala derecha, al lado de Briceño Pumar. [218]
José María
Fernández
Al referirse a la Batalla de
Araure, Bolívar hace elogios a un oficial del “Valerosos Cazadores” de apellido
Fernández.[219] Los investigadores de la
Sociedad Bolivariana de Caracas, han sugerido[220] que se trata del oficial español de carrera
José María del Sacramento Fernández, nacido en Ceuta. Cádiz, en 1759. Hijo de
militar, se alistó como Cadete en 1771 a los 12 años, y en 1810 era Capitán del
Batallón Veterano de Caracas. Murió en el Fortín La Cabrera, el 17 de julio de
1814, al tomar las fuerzas de Boves aquel punto.[221]
Manuel
Aldao y Pedro Aldao
Al recordar la Batalla de
Araure, José de Austria hace elogios, en el Estado Mayor del General Bolívar, a
oficiales del apellido Aldao.[222]
Por esta fecha dos son los
próceres de este apellido: Manuel y Pedro. El primero era hijo de un oficial
español del mismo nombre y había nacido en Caracas hacia 1776. Se alistó como Cadete
en 1790. Perteneció al Cuerpo de Ingenieros del cual llegó a ser Teniente
Coronel e Inspector General durante la República. Murió en la acción de La
Puerta al mando del Batallón Aragua en 1814.[223]
Por su parte Pedro Aldao era
Comandante en Jefe del Ejército de los llanos en noviembre de 1813.[224]
Había nacido en el año de 1779. Murió después de la Batalla de Araure al
enfrentarse contra Boves en el paso de San Marcos en el estado Guárico.[225]
Antonio
París y Manuel París
Hijos ilustres de la familia
bogotana de los París y hermanos también de otros próceres: Joaquín, Mariano y
José Ignacio. Antonio y Manuel se distinguieron “entre tantos valientes”, en
Batalla de Araure.[226]
Antonio había sido herido en el sitio de Barinas en julio de 1813, y Manuel,
siendo Teniente Coronel fue ejecutado por orden de Boves, en Valencia a
mediados de 1814.[227]
No obstante todos estos
héroes, otros son los nombres que han hecho posible esta página gloriosa de la
historia de Venezuela en Araure. Aunque no hemos hallado sus datos, ellos
figuran en algunos boletines e informaciones que nos llegan aislados.
De los que quedaron muertos en
el propio Campo de Batalla, pertenecientes al Batallón de “Valerosos
Cazadores”, lo fueron los Subtenientes Isidro Pérez, Fernando Perera y José Párraga,
así mismo el ayudante Fortunato Rodríguez, y los dos abanderados.[228]
Al lado de los Cazadores perecieron todos los oficiales de la Caballería de
Barinas. Otros, por su parte, sólo nos han dejado su apellido, y ante ellos una
letra “N” nos dice que no se sabía o recordaba el nombre a la hora de redactar
el parte oficial. Estos son, un Subteniente de apellido Espinoza [229]
de los “Soberbios Dragones”, herido en el campo, un Capitán Díaz,[230]
de la Vanguardia de Manrique, quien junto a Rudecindo Canelón, acomete con su
arrojo al principio de la Batalla.
José
Antonio Anzoátegui Hernández
General, prócer de la
independencia de Venezuela y Colombia. Nace en Barcelona (Venezuela) el 14 de
noviembre de 1789 y muere en Pamplona (Colombia) el 15 de noviembre de 1819.
1811-1812: Milita
en la primera expedición republicana a Guayana, comandada por el general del
Estado de Caracas Francisco González Moreno.
1813: Se
incorpora al ejército Libertador con el grado de capitán; toma parte en la
Batalla de Araure (diciembre, 5)
1814: Figura
en las batallas de Bocachica (marzo, 31), El Arao (abril, 16) y primera de
Carabobo (mayo, 28); a raíz de la pérdida de la II República emigra a la Nueva
Granada con la división del general Rafael Urdaneta y durante el tránsito lucha
en Mucuchíes (septiembre, 17) contra las fuerzas realistas de Sebastián de la
Calzada y Remigio Ramos. En diciembre del mismo año, bajo la dirección de
Bolívar actúa en la reducción del gobierno republicano de Bogotá (Estado de
Cundinamarca) presidido por Manuel Bernardo Alvarez, disidente del poder
central de la Unión establecido en Tunja.
1816: Ascendido
por el Libertador a teniente coronel en los Cayos de San Luis (Haití), figura
en la expedición naval de ese nombre y concurre a la toma de Carúpano (junio,
1°) y al desembarco en Ocumare de la Costa (julio, 6); participa en el combate
librado en Los Aguacates (Aragua) (julio, 13-14) contra el brigadier Francisco
Tomás Morales.
1817: Acompaña
a Manuel Carlos Piar a la campaña de Guayana, bajo cuyas órdenes lucha en la
batalla de San Félix (abril, 11), donde por sus méritos Anzoátegui fue
promovido a general de brigada; integra como vocal el consejo de guerra que en
Angostura condenó a la pena capital al general Piar (octubre).
1818: Toma
parte en la campaña del Guárico y centro de Venezuela con el empleo de
comandante de la Guardia del ejército libertador, durante cuya empresa combatió
en Calabozo (febrero, 12), El Sombrero (febrero, 16) Semén (La Puerta) (marzo,
16) Ortiz (marzo, 26) y Cojedes (mayo, 2).
1819: Concurre
a la junta de jefes convocada por el Libertador en la aldea de Setenta a
orillas del Apure (mayo, 23) en la que se decidió la invasión de la Nueva
Granada; comanda la división de retaguardia en la campaña libertadora de la
Nueva Granada; comanda la división de retaguardia en la campaña libertadora de
la Nueva Granada, en el curso de la cual participó con brillo en las acciones
de armas reñidas en Gámeza (julio, 11), Pantana de Vargas (julio, 26) y Boyacá
(agosto, 7). En el mismo año, ya general de división, el valeroso barcelonés
muere de enfermedad repentina en Pamplona (noviembre, 15) su cuerpo recibió
sepultura en la iglesia de N. Señora de las Nieves de la mencionada ciudad
colombiana.
El general Anzoátegui contrajo
matrimonio en su tierra natal, en 1813, con doña Teresa Arguindegui Arrioja,
hermano de los próceres militares de la Independencia José María y Juan
--O--
Sobre todos estos nombres y
apellidos se ha construido la Patria. Ella es la suma de esas vidas y esas
acciones. Suma de virtudes y de ideas. Sangre y espíritu de los que a este
pedazo de tierra le dieron la Libertad.
Pero el fulgor de estos
héroes, no debe apagar el nombre de los que la historia no ha conservado su
identidad. Ese “Soldado desconocido”, que en Araure está representado en
el hombre que, ¡valiente!, se yergue en la lucha al frente de los Batallones
Barlovento, Cazadores, Villapol, Caballería de Barinas, Valencia, La Guaira,
Dragones y Vencedores de Araure. Ese que dejó llorando a la madre, la esposa o
el hijo para ir al combate y perecer. Ese a quien nuestra deuda es sumamente
alta y cuya memoria no apagarán los siglos.
A todos estos varones, que muy
bien podríamos resumirlos con el calificativo de “Vencedores de Araure”, el
Libertador les hace honor y los colma de elogios. Es justo. Bolívar sabe que la
Patria no pudo ser posible sin ellos. Por eso cuando está en lo más alto de la
cumbre, después del triunfo, le dice al pueblo de Venezuela: “Yo no os he
dado la Libertad. Vosotros la debéis a mis compañeros de armas. Contemplad sus
nobles heridas, que aún vierten sangre; y llamad a vuestra memoria los que han
perecido en los combates... cuyo nombre no tengo presente y cuyo ímpetu y
arrojo publican Niquitao, Barquisimeto, Bárbula, Las Trincheras y Araure”.[231]
La vida de todos ellos,
jóvenes en su mayoría, debe ser acicate que nos mueva. ¡Mejor lección no han
podido darnos! De ellos dirá Eduardo Blanco, al verlos tendidos en la
sangrienta arena: “... soldados adolescentes, cuyas infantiles cabezas parecen
sonreír bajo el pálido velo de la muerte...” ¡Es que la bandera victoriosa de
Venezuela se levantó sobre doscientos mil cadáveres...! ¡Araure es sólo una
bella página!
[7] Sobre este toque de corneta, cuyo origen no está aún
bien esclarecido véase La Guerra de la Independencia en el Estado Lara, de Lino
Iribarren Celis, Tomo VII, págs. 229 y sigs.
[8] El jefe realista Oberto expresará en
1818: “Dejaron el campo sembrado de cadáveres cuyos fragmentos aún subsisten a
pesar de las llamas y del transcurso de más de cuatro años” (citado por Barrios
Freites en Batalla de Araure, pág. 1)
[9] Eleazar López Contreras, Ibidem, pág. 53; Alfonso Rumazo González, Ibidem, pág. 84; y Augusto Mijares El Libertador, pág. 255
[11] Alfonso Rumazo González, op. Cit., pág. 85. Sobre estos y otros acontecimientos recomendamos
la lectura del libro El Libertador de Augusto Mijares, pág. 249 y siguientes
[12] Sobre esta emigración pueden consultarse todos sus
detalles, en el libro Recuerdos Históricos de Lucio Pulido, protagonista de los
hechos, pág. 23 y sigs. También Vicente Lecuna en Boletín N° 106 de la Academia
Nacional de la Historia, pág. 387
[19] Datos tomados
de la Sección “Matricula-Araure”, Carpeta N° 4, en Archivo Arquidiocesano.
Caracas.
[20] Salvador de Madariaga, op. Cit., pág. 407, y Manuel Barrios
Freites en Batalla de Araure pág. 1
[23] Francisco Javier Yanes, Relación Documentada de los
principales sucesos ocurridos en Venezuela desde que se declaró la
Independencia hasta el año de 1821, pág. 133
[24] Vicente Lecuna, “Batalla de Araure” en El Nuevo Diario
N° 334 del 5 de diciembre de 1913, págs. 1-2
[26] Véase plano de la zona anexo. La noticia de su muerte
apareció en la Gaceta de Caracas N° XXIV del día 16 de diciembre de 1813. El
hecho también lo refiere Francisco Javier Yanes, en su op.cit. Pág. 135
[27] Ocupaban en 1784 la casa N° 49, con numerosos criados.
Matrícula Araure. Archivo Arquidiocesano, Carpeta N° 4
[29] También en Gaceta de Caracas NXXIV del 16 de diciembre
de 1813. Citado también en "Escritos
del Libertador", Tomo VI, pág. 173
[30] Matricula Araure. Archivo
Arquidiocesano. Carpeta N°4
[31] Escritos del Libertador, Tomo VI,
pág. 165
[32] Rivas Vicuña, op., cit., págs.- 250-251
[48] Daniel
Florencio O’Leary, op. Cit., pág. 291
[50] Rafael Urdaneta, op.
Cit., pág. 33. En el Discurso pronunciado por el Sr. Hermógenes Rivero
Saldivia, el 19 de diciembre de 1933, se especifica lugar exacto donde acampó
Bolívar, pág. 12
[52] José de Austria, Bosquejo de la historia Militar de
Venezuela en la Guerra de la Independencia, pág. 335.
[53] Citado por Silva Uzcátegui en El Estado Portuguesa.
Págs. 198 y ss., donde publica el fragmento.
[57] José Félix Blanco, en el fragmento de la Batalla, en
el Estado Portuguesa de Silva Uzcátegui, pág. 199.
[60] Boletín del Ejército Libertador N° 25, Ibidem. Tomo V, pág. 320. Hay quienes
afirman que Bolívar entró a orar en la Iglesia del Pilar antes de la batalla,
información que no hemos encontrado en ninguna parte. Este acto privado parece
que sólo ocurrió después de la jornada.
[61] Nectario María, Orígenes Portugueseños en La
Maravillosa Historia de Nuestra Señora de Guanare, Capítulo VIII. Pág. 323
[73] Boletín N° 25 del Ejército Libertador, Escritos del
Libertador págs. 320 y 231; también Vicente Lecuna, Crónica razonada de las
Guerras de Bolívar, pág. 102
*Antiguo cañón corte, parecido a un mortero que
utilizaba piedras como municiones. De ahí su nombre.
[79] Carta de Bolívar a Santiago Mariño, once días después
de la batalla. Escritos del Libertador, Tomo VI. Pág. 341 y ss.
[83] Bolívar era ambidextro y cuando combatía personalmente
solía cambiar la espada de una mano a otra, lo que hizo según testigos
presenciales en la Batalla de Araure en 1813 y en La Puerta en el año 18.
Augusto Mijares op., cit.,pág. 338
[85] Rafael Baralt y Díaz, Resumen de
Historia de Venezuela, pág. 171
[86] José de Austria, op. Cit.,pá.337
[87] Rafael Urdaneta, op., cit., pág. 37
[88] Alfonso Rumazo González, op., cit., pág. 89
[89] Rafael Urdaneta, op., cit., pág. 37; Rafael Silva M., op., cit., pág. 200
[90] Vicente Lecuna op., cit., pág. 164; José de Austria, op., cit., pág. 33
[91] Véase la relación de lo abandonado en
el campo. En Sección Documental referente a este Capítulo. Al referirse a la
crueldad del realista Francisco Rosete en el Diccionario de Rojas pág. 701,
encontramos el siguiente dato: “A Yáñez se le encontró en el campo de Araure un hierro en forma de
“R” para marcar a los patriotas traidores”.
[92] Rafael Urdaneta, op., cit., Pá. 37; Rafael Silva M, op., cit., pág. 200
[93] Boletín del Ejército
Libertador N° 25, “Escritos del Libertador” Tomo V, pág. 321
[94] Al arqueólogo Raúl H. De
Pasquali, un anciano agricultor le relató en los años sesenta la siguiente
leyenda, cuando hacia investigaciones en Guache acerca de unos escombros: “Esa
es la casa del español, en el fondo de ese viejo aljibe en Semana Santa se ven
lucecitas de todos los colores, hay un entierra. El Español de esa casa era muy
rico, cuando supo que los españoles habían perdido la batalla de Araure,
temeroso por ser realista se enterró con su dinero en el aljibe prefirió morir
antes de caer en manos de los soldados del Libertador”. Notas Arqueológicas,
pág. 39
[95] José de Austria, op., cit., pág 338. Manuel Barrios
Freites en su documentado trabajo cuenta
que los patriotas celebraron mucho la prisión de un zambo llamado Francisco
Parra (alias Chuca Galeno), feroz guerrillero realista que en las montañas de
Terepaima se encargaba de asesinar a los fugitivos que huían de la derrota de
Tierritas Blancas, por lo que fue fusilado en el acto.
[96] Alfonso Rumazo González. Op., cit., pág. 89
[98] Boletín N°26 del Ejército del Libertador, Escritos del Libertador,
Tomo V, pág. 325
[99] Rafael Baralt y Díaz, op., cit.,
pág. 161
[100] Vicente Lecuna, op., cit., pág. 165
[101] El Ilustre Vicente Lecuna
dice que esta bandera había quedado junto con el botín de guerra en Araure, y
que Bolívar entregó una bandera Republicana. Sin embargo, el Padre Blanco,
testigo de los hechos, dice que “la del famoso Batallón de Numancia fue dada
por el mismo Libertador”.
[102] Escritos del Libertador, Tomo
VI, pág. 326
[103] El dato lo tomamos del
Archivo personal del historiador Manuel Landaeta Rosales, que se encuentra en
la Academia Nacional de la Historia, Sección Archivo, Tomo IX-14, folio 18
[104] José de Austria, op., cit., pág. 338; Boletín N°26,
Escritos del Libertador pág. 326
[105] Eloy G. González, op. Cit., Tomo I, pág. 22
[106] Rafael Urdaneta, op., cit., pág. 38
[107] Véase Sección Documental
referente a este capítulo.
[109] Nectario María “Orígenes
Portugueseños” en La Maravillosa Historia de Nuestra Señora de Coromoto de
Guanare, pág. 327. La pila bautismal aparece fotografiada.
[110] Alfonso Rumazo González, op., cit., pág. 30
[111] José de Austria, op., cit., pág. 337
[112] Vicente Lecuna, op., cit., pág. 166
[114] Augusto Mijares, op., cit., pág. 256
[115] Escritos del Libertador, Tomo
V, pág. 342
[116] Con respecto a esta
indisciplina de los realistas, Heredia cuenta lo siguiente: “Había un poco
disciplina, aún en la División de Coro, que en el mismo día de la batalla y a
principios de ella conducía un oficial un prisionero que acababa de hacerse
(seguramente de los “Valerosos Cazadores”) y el General lo mandó a custodiar,
quizá con ánimo de examinarlo; y un Godo de los más habladores se empeñó en que
le había de degollar a sangre fría, y lo consiguió, sin embargo, de las insinuaciones
del Conductor, el cual tuvo que abandonar la defensa de aquel infeliz, por no
correr igual suerte y evitar un tumulto en un momento tan crítico”. José
Francisco Heredia y Mieses, en Memorias de las Revoluciones en Venezuela,
Edición de Madrid, pág. 231.
[117] Citado por Manuel Barrios
Freites en “Batalla de Araure”, pág. 5. También Vicente Lecuna en Boletín de la
Academia Nacional de la Historia de Caracas, N° 106, pág. 395
[119] Salvador de Madariaga, op., cit., pág. 407
[120] Manuel Barrios Freites,
Batalla de Araure, pág. 4
[121] Francisco Rivas Vicuña, op., cit., pág. 257
[122] Idem. También Salvador de Madariaga, op., cit., pág. 407
[123] Escritos del Libertador, Tomo
VI, pág. 197
[124] Vicente Lecuna, Crónica
Razonada de las Guerras de Bolívar, pág. 169
[125] Don Vicente Lecuna dice que
Páez “ingrato siempre al Libertador” inventa en su Autobiografía un “cuento de
camino” para explicar su salida de la cárcel, sin atribuirla a la victoria de
Araure (Memorias, edición de Madrid, pág. 61), y lo desmiente citando una carta
del Gobernador de Barinas, Vicente Becerra, al General Cajigal de fecha 28 de
agosto de 1814, donde dice: “Puy quien hacía de Gobernador abandono esta ciudad
en la noche del 6 de diciembre a consecuencia de la derrota o dispersión de
nuestro ejército en Araure en Crónica Razonada, de las Guerras de Bolívar, pág.
169, Nota 70
[126] Francisco Rivas Vicuña, op., cit., pág. 251
[127] Idem.
[129] Escritos del Libertador, Tomo
V, pág. 328
[130] Alfonso Rumazo González, op., cit., pág. 90
[131] Francisco Rivas Vicuña, op., cit., pág. 263
[133] Vicente Lecuna, op., cit., pág. 167
[134] Escritos del Libertador, Tomo
VI, pág. 64
[135] Ibidem, pág. 103
[136] Ibidem, pág. 197
[137] Ibidem, Tomo V, pág. 341 ss.
*Véase éste en Escritos del
Libertador, Tomo V, pág. 319
**Antiguo cañón corto, parecido a un
mortero que utilizaba piedras como municiones, de ahí su nombre
***El documento original según han
dicho los especialistas de los Escritos del Libertador, está roto, por lo cual
han deducido “a tiro de fusil”. Hemos creído que la frase es la que usa Rafael
Urdaneta: “a tiro de pistola” (“Memorias”, pág. 36)
[138] Alfonso Rumazo González, op., cit., pág. 86 y 87
[139] Escritos del Libertador, Tomo VI, pág. 8
[140] Alfonso Rumazo González, op.,
cit., pág. 85
[141] Citado por Eduardo Blanco en Venezuela Heroica, pág. 46
[142] Escritos del Libertador, Tomo V, pág. 57
[143] Eduardo Blanco op., cit., pág.
36
[144] Artículo de Necrología,
escrito por Antonio Muñoz Tébar. La esposa de Rivas Dávila se llamaba María de
Jesús Rivero, y después de Carabobo en 1821, aún vivía en Caracas. (véase este
interesante artículo en Escritos del Libertador, Tomo VI, págs. 297 y ss.)
[145] Datos en Escritos del
Libertador, Tomo IV, pág. 400
[146] Virgilio Tosta, El Libertador
y Barinas, pág. 65
[147] Ibidem, pág. 63
[148] Datos en Escritos del
Libertador, Tomo IV, pág. 363.
[150] Narración personal hecha por
José de Austria, op., cit., pág. 337
[151] Ibidem, pág. 336
[152] Idem.
[153] Escritos del Libertador, Tomo
V, págs. 50 y 110
[155] Diccionario Biográfico, pág.
186
[156] Sobre esta obra véase nuestra
bibliografía
[157] Boletín N° 39 del Ejército
Libertador, Escritos del Libertador, Tomo VI, pág. 175
[158] Sobre la vida de estos
ilustres puede consultarse, el Diccionario Geográfico y Bibliográfico de
Venezuela, pág. 118
[159] Boletín N °25 del Ejército
Libertador, Escritos del Libertador, Tomo V, Pág. 320
[160] Artículo de Necrología, Ibidem Tomo VI,,pág.212
[162] Datos en “Mis mejores amigos”
de Vinicio Romero Martínez, pags. 51-52
[163] José de Austria, op., cit., pág. 336
[164] Lino Iribarren Celis, op., cit., pág. 100
[165] Boletín N°26 del Ejército
Libertador, Tomo V pág. 326
[166] Lino Iribarren Celis, p.,
cit., pág. 236
[167] Vicente Dávila, Próceres
Trujillanos, pág. 189. En los Escritos del Libertador, Tomo IV, pág. 281, se
dice que había nacido en Barcelona.
[168] Escritos del Libertador, Tomo VI, pág. 142
[169] Ibidem, Tomo IV, pág. 281
[170] Ibídem, Tomo VII, pág. 372
[171] Véanse sus datos más ampliados en la obra Próceres Trujillanos de
Vicente Dávila, pág. 95 y ss.
[172] Idem
[173] Ibidem,
[174] Idem
[175] Artículo de Necrología, Escritos del Libertador, Tomo VI, pág. 210
[176] Manuel Barrios Freites, la
Batalla de Araure, pág. 4. El nombre realmente es Planes, y no Planas como se
ha tomado.
[177] Artículo de Necrología,
Escritos del Libertador, Tomo VI, pág. 210. Sobre el Combate de Pantanero,
véase el Boletín N°35 del Ejército Libertador, Ibidem, Tomo VI, pág. 138.
[178] Ibidem, pág. 8
[179] Carta de José Félix Ribas al
Libertador, el 4 de julio de 1813, Ibidem,
Tomo IV, pág. 351.
[180] Ibidem, Tomo V, pág. 216.
[182] José de Austria, op., cit., pág.
338
[183] Datos en Escritos del Libertador, Tomo VII, pág. 192
[184] Vicente Dávila, op., cit.,
pág. 104
[185] Escritos del Libertador, Boletín del Ejército N°20. Tomo V, pág. 232
[186] Rafael Urdaneta, op., cit., pág.
38
[187] Datos en Escritos del Libertador, Tomo V, pág. 234, además puede verse
la obra de Lino Iribarren Celis titulado; “Vida militar del prócer Andrés
Linares” Trujillo – Venezuela 1960.
[188] Vicente Dávila, op., cit., pág.
108
[189] Eleazar López Contreras, op.
Cit., pág. 55
[190] Boletín N°7 del Ejército Libertador, Escritos del Libertador, Tomo V,
pág. 90
[191] Ibidem, Tomo X pág. 286
[192] Ibidem, Tomo XI pág. 29 - 30
[193] Boletín N °17 del Ejército
Libertador, Ibidem, tomo V, pág. 184
[194] Ibidem, Tomo VI pág. 200
[195] Véase Discurso pronunciado
por Bolívar en el Convento de los Religiosos Franciscanos el 2 de enero de
1814. Ibídem Tomo VI, pág. 8
[196] Ibidem, Tomo V pág. 184
[197] Boletín N° 25 del Ejército
Libertador, Ibidem, pág. 320
[198] Boletín N° 25 del Ejército
Libertador, Ibidem, pág. 184
[199] Boletín N° 25 del Ejército
Libertador, Ibidem, pág. 320
[200] Ibidem, Tomo IV pág. 363
[201] Rafael Urdaneta, op., cit., pág. 36
[202] Véase Escritos del
Libertador, Tomo IV, pág. 363
[203] No debe confundirse a éstos,
con el prócer trujillano Antonio Nicolás Briceño, apodado ·El Diablo”. Véase
Boletín de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela N°258 abril-junio
de 1982
[204] Virgilio Tosta, op., cit., pág 19
[206] Ramón Azpúrua, Biografía de
Hombres Notables de Hispanoamérica, pág. 444
[207] Sobre esta familia de García
de Sena puede consultarse el Tomo VII de los Escritos del Libertador en la Nota
N°7 págs. 320-321
[208] Ibidem, Tomo V, pág. 137
[209] José de Austria, op., cit., pág. 336
[210] Virgilio Tosta, op., cit., pág.67
[211] Datos en Escritos del
Libertador, Tomo V pág. 16
[212] Boletín N° 17 del Ejército
Libertador, Ibidem, pág. 184
[214] Ibidem, Tomo IX, pág. 163
[215] Ibidem, Tomo IV, pág. 184
[216] Ibidem, Tomo IV, pág. 319
[217] Manuel Barrios Freites, La
Batalla de Araure, pág. 3
[218] Boletín N°25 del Ejército
Libertador, Escritos del Libertador, Tomo V, pág. 321
[219] Ibidem, Tomo VI pág. 8
[220] Ibidem, Nota 24 de Documento N° 565
[222] José de Austria, op., cit., pág. 336
[223] Datos en Escritos del
Libertador, Tomo V, pág. 89
[224] Ibidem, Tomo V, pág. 298
[225] Boletín N°29 del Ejército
Libertador, Escritos del Libertador Tomo V, pág. 36 y ss.
[226] Vicente Lecuna, op., cit., pág.166
[227] Datos en Escritos del
Libertador, Tomo VI, pág. 91
[228] Ibidem, Tomo V, pág. 320
[230] Manuel Barrios Freites, La
Batalla de Araure, pág. 5
[231] Alocución a la Municipalidad
de Caracas el 2 de enero de 1814
¡FELICITACIONES, WILFREDO! ¡SIEMPRE QUE ALGUIEN DESEA UNA INFORMACIÓN MÁS PRECISA SOBRE LOS PORMENORES DE LA BATALLA DE ARAURE LE HAGO REFERENCIA A TU LABOR INVESTIGATIVA!
ResponderEliminarHOMAR GARCÉS