por Wilfredo Bolívar
Se reproduce de manera íntegra el libro "La Batalla de Araure día a día" (Araure: 2004, 66 pp.) escrito por el Cronista Oficial del Municipio Araure, Estado Portuguesa, Lcdo. (MCs) Wilfredo Bolívar, texto aparecido en el año 2004, escrito especialmente para escolares y estudiantes. Escrito a manera de ensayo breve, este pequeño libro está destinado a explicar los antecedentes y consecuencias de la Batalla de Araure, en el contexto de 1813, año de la denominada campaña 'admirable' emprendida desde Nueva Granada para liberar a Venezuela del dominio de Domingo Monteverde, y año también de la firma del denominado 'decreto' de la guerra a muerte de la emancipación venezolana.
Se trata de un ensayo de fácil lectura que describe sin pretensiones académicas, los pormenores cotidianos que antecedieron la batalla campal librada en las inmediaciones de la antigua villa de españoles de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza y Araure, fundada en julio de 1694.
Siendo un texto protegido por derechos de autor, se autoriza la reproducción parcial del mismo, siempre que se cite la fuente. Para la elaboración de contenidos de carácter terciario, se agradece citar la fuente de la siguiente manera: Wilfredo Bolívar, "La Batalla de Araure día a día", Araure: 2004, Impresora Portuguesa, 66 pp. [Ilustraciones].
1º de Diciembre de 1813
El miércoles 1º de diciembre de 1813, El Libertador Simón Bolívar se prepara para
salir de San Carlos en persecución del brigadier español José Ceballos, quien
desde noviembre ocupa posiciones cerca de Barquisimeto.
El
caraqueño ha llegado a aquella ciudad desde el 29 de noviembre, colocándose al
frente de las tropas del Ejército Libertador de Venezuela que en conjunto suman
unos 5.000 hombres. San Carlos es un hervidero y los vecinos buscan satisfacer
con alimentos y provisiones la totalidad de las tropas. Los hospitales están
llenos de enfermos, y se ha encargado a las autoridades recoger a cuantos
soldados puedan darse de alta para integrarlos a las guarniciones.
Composición del ejército
Eleazar
López Contreras, acucioso historiador militar, describió con detalle los
contingentes republicanos: Batallón “Sin Nombre” comandado por Florencio
Palacios, 600 hombres; batallón “Barlovento” (Vicente Campo Elías) 1.000
hombres; batallón “Valerosos Cazadores” (Manuel Manrique) 600 hombres; batallón “Villapol” (Manuel Villapol), 500
hombres; infantería de Barinas (Pulido) 400 hombres; batallón “Valencia”
(Manuel Gogorza) 400 hombres; y batallón “La Guaira”, 400 hombres, que en
conjunto suman 3.900 soldados de infantería.
El
total de la caballería de Bolívar era de 900 jinetes, dispuesta de la siguiente
manera: Escolta de “Dragones” 150 hombres, al mando de Luis María Ribas Dávila;
caballería de Teodoro Figueredo 200 hombres; caballería de Barinas 400 hombres,
comandada por el barinés Pedro Briceño Pumar; escuadrón de Francisco Piñango,
50 hombres; escuadrón “Agricultores de Caracas” 50 hombres al mando de
Francisco Antonio Paúl Terreros (Coto Paúl); y escuadrón “Escolares” de
Caracas, 50 jinetes.
La
totalidad del “Ejército Libertador” se contó en 4.800 infantes y jinetes, sin
sumar los grupos desarmados provenientes de Barinas, Guanare, Ospino y del
propio San Carlos, destinados a fuerzas de reemplazo.
Trae
también Bolívar dos “pedreros”. Tratase de una especie de antiguo cañón corto,
parecido a un mortero, que utiliza piedras como municiones. Estas son sus
exiguas piezas de artillería. Pero, por encima de su escasa caballería
—comparándola con la de su opositor Ceballos—, El Libertador confía
fundamentalmente en el valor de sus soldados y oficiales. Veinte días antes, el
12 de noviembre, en una asamblea del ejército reunida en San Carlos, formó un
batallón de infantería compuesto por soldados de distintas unidades, al cual se
bautizó con el título de Batallón “Sin Nombre”.
El Batallón “Sin Nombre”
Es
emblemática la constitución de este cuerpo de infantería entre las filas
patriotas. Enfrentado El Libertador a las fuerzas del brigadier José Ceballos
el 10 de noviembre de 1813, en el sitio de Tierritas Blancas cerca de
Barquisimeto, al final del combate —por “error o traición”— se escuchó entre
las columnas republicanas un toque de tambor o corneta que ordenó la retirada.
La derrota fue total, y quedaron tendidos en el campo más de mil soldados del
ejército republicano. Como castigo moral a los dispersos, Bolívar ordenó
quitarle armas y banderas, hasta tanto no las conquistasen en el propio campo
de batalla.
Sobre
el referido batallón, Tomas Montilla, Secretario de Guerra de El Libertador
escribió: “De las reliquias que se
salvaron se formó en San Carlos un nuevo batallón. El General en Jefe, a quien
había indignado hasta el extremo la inexcusable conducta de la infantería, le
dio el título de Batallón sin Nombre, y no le permitió llevar banderas hasta
que cobrase uno y otro en el campo. Consternado imponderablemente por este
tratamiento degradante, el Batallón Sin Nombre se propuso a toda costa ganar
uno y tomar las banderas al enemigo” (Escritos del Libertador, Tomo V, p. 325).
Restablecido
en San Carlos el batallón Sin Nombre, junto al resto de las tropas, aquel
primer sábado de diciembre del terrible año trece, se preparan a emprender la marcha
en búsqueda de Ceballos. Así, concluida la organización de las columnas de
infantería y caballería, Bolívar pasa revista al ejército y emprende la marcha
de inmediato.
De San Carlos a Araure
La
documentación recoge que, por esos días, los pensamientos de El Libertador se
ocupan en otras gestiones de la campaña. Uno o dos días antes, le ha escrito a
Santiago Mariño para acusar recibo de las noticias enviadas por el “Libertador
de Oriente” relativas al establecimiento de las comunicaciones con los ingleses.
También, recibe del Gobernador de Valencia, doctor Francisco Espejo, cien
ejemplares de un “Proyecto para un Gobierno Provisional de Venezuela” escrito
por Miguel José Sanz, en cooperación con Francisco Javier de Ustáriz.
La
instauración de un gobierno provisorio, era una necesidad inminente. Recién
ejecutada la llamada campaña “admirable” (enero – agosto, 1813) Venezuela era
aún una república rota en tres partes. Maracaibo, Coro y Puerto Cabello
permanecen afectas a la monarquía; las provincias de Barinas y Caracas estaban
recuperadas por El Libertador; pero Barcelona y Cumaná, aún operaban por las
fuerzas de Mariño.
Las
cavilaciones de Bolívar trascienden las operaciones y menudencias de la
campaña. La realización de una próxima batalla posee otro destino: antes que
pretender ganar un combate, para consolidar la República el caraqueño busca
vencer a los defensores de la monarquía. Por eso, mueve sus contingentes en
busca de la fuerza española comandada por Ceballos, quien, con un objetivo
contrario, se hace servir de los prestigiosos regimientos de Sagunto y Numancia
para enfrentar al caraqueño.
Cuando
partan desde San Carlos, aquella mañana del 1° de diciembre del año trece,
Simón Bolívar, de 30 años —cumplidos en Araure el 24 de julio de 1813—, será el
jefe militar del ejército más numeroso que hasta entonces haya comandado algún
general suramericano. Cinco mil soldados patriotas dan espaldas a la población,
en medio de una región plagada de guerrillas, bandoleros y aventureros de
fortuna, que no buscan sino hostilizar a tan numeroso ejército de jóvenes y
descalzos soldados.
Al
anochecer, fuera de San Carlos, el Ejército Libertador acampa en despoblado. El
destino es Araure, pero aún no lo saben...
2 de Diciembre de 1813
Cuartel General en Caramacate
El jueves 2 de diciembre de 1813, el Ejército Libertador faldea la serranía de
Cojedes, y el Cuartel General busca situarse en el pequeño poblado de
Caramacate, entre las estribaciones montañosas de Lara y Portuguesa.
Guerrilla y movimiento de las tropas
Bolívar
supone a Ceballos en Barquisimeto, pero al llegar a Camoruco se impone que el
brigadier español ha pasado por Sarare, camino de la Villa de Araure. El
extracto de un parte oficial de la campaña, escrito por el Secretario de la
Guerra Tomás Montilla, dirigido al Comandante de la Provincia de Caracas, José
Félix Ribas, da cuenta del avance de las operaciones: “Se sabe que las
descubiertas del enemigo, y sus avanzadas en el río Cojedes, en número de 200
hombres [...] habían sido batidas por nuestros Cazadores; y que Ceballos, que
había hecho un movimiento de Barquisimeto hacia Araure, se hallaba en esta
ciudad, donde marchaba nuestro ejército a atacarle, después de haber franqueado
el paso, por haber desalojado al enemigo de aquellas posiciones” (Escritos del
Libertador, Tomo V, p. 316).
De
acuerdo a noticias suministradas por su campo volante y algunos prisioneros
tomados en las refriegas del día, Bolívar se informa del desplazamiento
ejecutado por Ceballos hacia Araure. Entonces, en resguardo del camino real
hacia San Carlos, decide dejar en Camoruco al escuadrón “Agricultores” de
Caracas comandados por Coto Paúl, y al escuadrón “Escolares” de Caracas. Ambas
unidades, que en conjunto suman 100 jinetes, tienen la misión de asegurar su retirada
y garantizar las comunicaciones, puesto que, según el general Rafael Urdaneta
“ya para entonces se conocían varias guerrillas enemigas organizadas en el
país”.
Recuerda
Urdaneta que desde “este tiempo en adelante los cuerpos del Ejército patriota
no tenían partes ni noticias del enemigo sino cuando se encontraban con él, ni
se podía mantener espionaje porque no había con quien”; y agrega que la región
“había hecho una sublevación general a favor del rey, con excepción de muy
pocos pueblos amedrentados y débiles, y toda persona que estaba fuera de las
filas debía ser reputada como enemiga” (“Memorias” del General Urdaneta, p.
33). En consecuencia, Bolívar mueve el grueso del ejército con cautelosa
discreción, puesto que en las inmediaciones de San Carlos operan las guerrillas
del facineroso Carlos Blanco, quien, según Urdaneta “tuvo siempre en zozobra” a
aquella ciudad entre 1813 y 1814. La versión de Urdaneta sobre el avance del
ejército en Caramacate es como sigue: “Impuestos los patriotas de que Ceballos
había pasado por Sarare a reunirse con Yáñez en Araure, cambióse de plan y se
dirigió Bolívar sobre él a este último punto, dejando en Camoruco los Escolares
y Agricultores de Caballería, para asegurar las comunicaciones con San
Carlos...” (Ib. 33).
Artillería española
Ceballos,
por su parte, ha dejado Barquisimeto con dirección a Araure, servido de diez
poderosos cañones y una caballería superior a la de El Libertador. Es el mismo
tren de artillería utilizado el 10 de noviembre de 1813 en los terrenos
escarpados de Tierritas Blancas, cuando derrotó a Bolívar cerca de Cabudare.
Por documentos ulteriores se sabrá que este material de guerra se componía de
diez piezas ligeras de considerable alcance; según Bolívar, “las más de calibre
de a cuatro”. Otro boletín del Ejército Libertador, trae: “diez cañones de
bronce y fierro de diferentes calibres” (sic).
El ejército español
El
poderoso ejército de Ceballos está integrado por las siguientes unidades:
Batallón de Miguel Correa, 600 hombres; cuerpos de Remigio Ramos, Andrés
Torrellas y Quintero, 800 hombres; cuerpo de Pedro Luis Inchauspe, 300 hombres;
regimiento de Sagunto, 800 hombres; batallón “Numancia”, 600 hombres;
infantería de Antonio Puy, 600 hombres; caballería de Puy, 600 jinetes; y
caballería del Tocuyo 300 hombres. En total suman un componente de 4.600
soldados realistas. Pero debe aumentarse a este contingente, la numerosa
caballería del canario José Yáñez, compuesta de 600 llaneros venidos desde los
confines del Apure.
Llamado
por los llaneros “Ñaña”, el isleño Yáñez avanza desde los llanos con una tropa
eminentemente realista, integrada por soldados aventureros que no aspiran otra
recompensa en medio de la guerra, sino regresar a sus hogares con algunos pesos
en los bolsillos. Cuéntese con Yáñez, entre estos llaneros, a Pedro Camejo “El
Negro Primero” (c.1790-1821) natural de San Juan de Payara y vecino de
Achaguas, quien fue esclavo de don Vicente Alonzo y se había inmiscuido en la
aventura de la guerra junto a un negro apellidado “Mindola” y otro de nombre
José Rafael. En 1813 se incorporó a las huestes de Yáñez, y en Araure tendrá su
“primera y última”, —la primera y última batalla con los españoles—, antes de
alistarse en Achaguas, en 1816, en el ejército de José Antonio Páez. “Quise ir
a buscar fortuna y más que nada a conseguir tres aperos de plata”, contó en
1818 el negro a Páez y Bolívar, cuando se encontraron en el Apure.
A
la temeridad de estos soldados de “Ñaña”, se une la fama de crueldad del
sanguinario catalán Antonio Puche, a quien los criollos llamaban
indistintamente Puig o Puy, célebre por el holocausto con el que azotó a los
pueblos de Barinas e inmediaciones de Portuguesa. En la cárcel de Guanare, el
11 de noviembre de 1813 había pasado a cuchillo a 70 prisioneros, quienes,
horas después de tan nefanda carnicería, fueron encontrados por columnas
patriotas “algunos todavía respirando, tirados sobre charcos de sangre”.
De
hombres como Yáñez y Puy, reputados por sus crueldades y tropelías en los
cantones del llano, se compone aquel ejército desordenado de defensores del
rey, que no podrá disciplinar en Araure el brigadier español José Ceballos.
Conjugados
los ejércitos, el total del componente realista alcanzará en Araure los 5.200
hombres, entre infantería y caballería: Ceballos, venido desde la región de
Barquisimeto, y Yáñez desde las estepas del Apure.
Escaramuza en Paso Cojedes
El
movimiento de las tropas de Bolívar hacia el río Cojedes es descrito por el
Secretario de la Guerra, Tomas Montilla, en el Boletín del Ejército Libertador
N° 25, en estos términos: “El día 2 dispersó la descubierta de Valerosos
Cazadores a las avanzadas enemigas situadas en el paso principal del río
Cojedes, y en las alturas de la montaña del Altar; por nuestra parte sólo hubo
un caballo herido, y los contrarios tuvieron varios muertos, dejaron en nuestro
poder algunos fusiles y municiones y muchos víveres abandonando los puestos que
ocupaban. Los Cazadores pernoctaron en el Altar, y el resto del ejército en el
paso de Cojedes, Caramacate, y [San Rafael de] Onoto; el Cuartel General se
situó en Caramacate”.
Mientras
Bolívar acampa sobre Caramacate, Ceballos y Yáñez cometen atrocidades en la
Villa de Araure.
3 de Diciembre de 1813
Matanza en Araure y pernocta en Agua Blanca
El viernes 3 de diciembre de 1813, el Ejército Libertador abandona Caramacate y
cruza “el paso principal del río Cojedes”, donde la descubierta de los
Valerosos Cazadores desalojó algunas “avanzadas enemigas”. Sobre este
movimiento, Tomás Montilla, Secretario de Guerra, apunta: “El 3 habiéndose
sabido, por varios prisioneros, que las tropas de Ceballos y su tren de
artillería habían pasado a reunirse con el ejército de Yáñez en Araure, dispuso
el General en Jefe que retrocediesen los cuerpos que había en el Altar y Cojede,
e hizo marchar todo el ejercito al pueblo de Agua Blanca...” (Boletín del
Ejército Libertador Nº 25).
Pernocta en Agua Blanca
Las
tropas alcanzaron Agua Blanca después del mediodía. En sus memorias, el general
Rafael Urdaneta registra: “...pernoctaron en el pueblo de Agua Blanca, en donde
se presentó por la tarde el cura del pueblo asegurando que el enemigo venía en
marcha para ocuparlo esa misma tarde, lo que dio lugar á que redoblasen la
vigilancia aquella noche, porque estando el pueblo situado dentro de una
montaña, no podían observar al enemigo ni descubrirlo hasta no hallarse muy
cercano” (“Memorias”, p. 33).
Una
vieja tradición oral, recuerda a Bolívar atando su caballo de campaña a un
frondoso árbol de mamón, ya desaparecido, en el ala este de la antigua plaza de
Agua Blanca. Más legendaria aún, otra versión recogida por el cronista del
lugar, José Jorge Ruíz, afirma que durante su breve estancia en la población,
el caraqueño estableció una fugaz relación amorosa con la señorita Josefina
Ceballos, propietaria de numerosas cabezas de ganado en El Hato, recordada años
más tarde por sus encantos compartidos con el héroe.
La
documentación, sin embargo, precisa de otras urgencias. Pedro Briceño Méndez,
escribe: “Era el objeto del General Bolívar acelerar sus operaciones, cuanto
fuese posible para batir a Ceballos antes que pudiese reunirse con Yáñez, pero
el enemigo obraba con igual actividad y aquellos dos fuertes cuerpos se habían
incorporado ya en Araure” (“Relación Histórica”, 1983, p. 43-44).
Matanza en Araure
Mientras
Bolívar ocupa a Agua Blanca, el mismo día 3 se concentran en Araure los
ejércitos combinados de Yáñez y Ceballos, quienes en represalia a las
manifestaciones republicanas de la villa, saquean algunas casas y asesinan sin
piedad a familias reputadas como patriotas.
Registran
los memoristas que ese día fue asesinado un español de apellido Salas, y “casi
toda la familia” del abogado araureño Pablo José Garrido, entre ella a dos de
sus hermanas. La noticia apareció en la “Gaceta de Caracas” Nº XXIV del jueves
16 de diciembre de 1813 en una pequeña nota: “Araure. A la entrada de las
tropas de Ceballos en esta ciudad, asesinaron a un respetable anciano, nombrado
N. Salas, y a casi toda la familia del C. Pablo Garrido, entre ella a dos
hermanas”. Aunque la letra “N” en el documento significa que no se sabía o no
se recordaba el nombre del occiso al momento de redactar la nota, puede
inferirse, sin embargo, que se trata del hacendado don Santiago Salas, quien en
1811 aparece como un prominente propietario de algunas haciendas en el sitio de
Camburito, a tres leguas oeste de la villa de Araure (Archivo Arquidiocesano de
Caracas; Sección “Parroquias”, mapa, s.n).
Pablo
Garrido era hijo de doña Beatriz de la Cruz de Unseín y don Juan Joseph
Garrido, casados en Araure en 1773. Nació en la villa el 15 de enero de 1778,
estudió leyes en la Universidad de Caracas, y se recibió como el único doctor
en Derecho Civil, en toda Venezuela, en 1803. Bautizado en la iglesia de Araure
el 6 de febrero de 1778, fue el único varón de una familia eminentemente
republicana, a pesar de que su padre había sido Alcalde Ordinario de la villa
en 1788.
Egresado
de la universidad, Pablo José se incorporó a la revolución desde 1810; y en
1816 recibió de Bolívar, en Margarita, nombramiento como “Auditor de Guerra”
del Ejército Libertador. Se ignora cuál de sus dos hermanas fueron asesinadas
por Ceballos, pero sus nombres eran María, Dolores, María Sophia, Bárbara y
Francisca de Paula (Archivo Arquidiocesano; Sección “Matrícula”, Carpeta 4,
Padrón Villa de Araure, 1790, casa censada Nº 90).
Las primas de Iribarren
Don
Jesús Arispe, investigador caroreño, ha precisado que todos los hermanos
Garrido eran primos-segundos del prócer araureño Juan Guillermo Iribarren
(1797-1828) quien, para entonces de 16 años, aún se encontraba estudiando en el
Seminario Tridentino de Caracas. Incorporado al ejército patriota desde el
combate de Ospino ocurrida el 2 febrero de 1814 (dos meses después de la Batalla
de Araure) puede asumirse que la muerte de sus primas por manos de Ceballos y
Yáñez, hicieron abandonar a Iribarren la universidad, y abrazar la causa
republicana.
Los
homicidios de Araure serán recordados por Bolívar en un “Manifiesto” fechado en San Mateo el 24 de febrero de
1814: “!Que horrorosa devastación, qué carnicería universal, cuyas señales
sangrientas no lavarán los siglos!. La execración que seguirá a Yáñez y Boves
será eterna como los males que han causado [...] Guanare y Araure donde Liendo
y Salas, bienhechores de los españoles, son los más maltratados al recibir sus
golpes asesinos (Escritos del Libertador; Tomo VI, p. 165). El teniente coronel
Juan Gabriel Liendo (c.1772-1813), natural de San Felipe, había sido Gobernador
político y militar de Guanare en julio de 1813, donde fue asesinado el 11 de
noviembre del mismo año, por Antonio Puy, quien ordenó mutilarlo antes de
expirar.
Españoles ocupan “La Galera”
Después
de la carnicería en Araure, los ejércitos de Yáñez y Ceballos se situaron a
espaldas de la villa, en unas estribaciones para entonces conocidas como cerro
“La Galera”. El biógrafo Salvador de Madariaga ha escrito que “para Ceballos,
Araure era una posición excelente, situada en la confluencia de los valles de
Acarigua y Sarare; el primero llevaba al valle del Tocuyo, fiel a España; el
segundo a Los Llanos, todavía reserva ilimitada de caballería al servicio de
España; derrotado, tenía, pues, dos líneas seguras de retroceso; mientras que
victorioso le sería posible avanzar hacia San Carlos y Valencia, y hasta
Caracas” (“Bolívar”: 1975; I, p. 407).
En
La Galera, los españoles esperan a Bolívar, quien aún se encuentra estacionado
en Agua Blanca. Sobre el final del día, Tomás Montilla, Secretario de Guerra,
dejó escrito: el ejercito “permaneció aquella noche sin novedad”. El
historiador ecuatoriano Alfonso Rumazo González imagina la escena: “Una casucha
de campesino sirve de alojamiento al general y a cuatro o cinco de los jefes;
todos ellos discuten antes de echarse en hamacas, el plan de la batalla que ha
de librarse al otro día infaliblemente [...] Bolívar, como siempre en vísperas
de la lucha, duerme profundamente, con desconcertante serenidad...” (“Bolívar”;
Edime: 1981, p. 87).
4 de Diciembre de 1813
Campamento frente a Araure
El sábado 4 de diciembre de 1813, en la mañana, el Ejército Libertador parte desde
Agua Blanca con dirección a Araure. La marcha se hace a discreción, por la
dificultad que supone el grueso de la tropa. Bolívar trae 900 jinetes y 3.900
soldados a pie, lo que imposibilita un movimiento acelerado como hubiese
deseado en aquellas circunstancias. Algunos de los soldados marchan descalzos,
o con rudimentarias sandalias, provistos de lanzas aguzadas en medio del fuego
del vivac de campaña. Quienes han corrido con mejor suerte —sean del bando
patriota o realista—, portan lanzas astadas con afilados fierros, tomados de
los barrotes de las ventanas de los pueblos por donde pasan, como sucedió con
los llaneros de Yáñez en las comarcas de Barinas.
Llegada a Araure
Un
joven oficial, José de Austria, para entonces de 25 años como abanderado del
Batallón Barlovento, en 1855 escribió en sus memorias el desplazamiento hacia
Araure: “...los enemigos decidieron al Libertador a mover su ejército buscando
siempre el frente de sus contrarios; y organizando el servicio riguroso de
campaña, marchó también para la villa de Araure por el derrotero de Agua
Blanca, que es camino directo, hasta descubrir, como efectivamente descubrió,
la posición del ejército realista, y colocarse al frente de sus avanzadas: unos
y otros evadieron la ocupación de la villa que quedó intermedia entre los dos
ejércitos” (“Bosquejo de la historia militar”; Caracas, 1855, I, p. 335).
También,
el Secretario de la Guerra, Tomas Montilla, en el Boletín del Ejército
Libertador N° 25, registra: “El día 4 marcharon las Divisiones a Araure, y
camparon a las cinco de la tarde a un cuarto de legua de la Villa frente al
ejército español que ocupaba las alturas detrás de la población”.
Otro
testigo, el general barinés Pedro Briceño Méndez, Secretario y pariente de El
Libertador dejó escrito: “El General Bolívar marchó derecho a ellos, y en la
tarde del 4 de Diciembre dio nuestra descubierta con la gran guardia enemiga
poco antes de llegar a Araure. El ejército enemigo salió de la villa a
esperarnos; pero la noche se acercaba y se creyó más conveniente diferir la
batalla para el siguiente día. Los dos ejércitos camparon al frente; pero
Ceballos, que mandaba el Español, aunque muy superior al nuestro en caballería no
quiso combatir sin tener además posición ventajosa también para la Infantería.
Así en el silencio de la noche se retiró y evacuando a Araure fue a situarse a
una laguna cenagosa que cubría el frente de su infantería y un bosque que le
cubría la espalda...” (“Relación Histórica”, 1993, p. 44).
Bolívar explora posiciones
Imposibilitado
Bolívar de realizar una observación directa del Ejército español, quien se
había ido a situar en el cerro La Galera, detrás de Araure, decide junto al
Mayor General Rafael Urdaneta, ejecutar una exploración con algunos oficiales
de caballería. José de Austria trae los detalles: “El Libertador y el General
Urdaneta personalmente con dos piquetes de caballería, hicieron sus
exploraciones y descubiertas sobre el enemigo posesionado de las galeras que
dominan la villa, y acordaron que el ejército acampara en la última sabaneta de
Agua Blanca a la vista de Araure, siendo ya la tarde, para precaver la
confusión que pudiera sobrevenir en la oscuridad de la noche, si no se decidía
la batalla antes que nos abandonase el día...”.
Algunos
ancianos de Araure han referido, que el Ejército Libertador habría acampado a
un kilómetro de la Villa de Araure, antes de entrar a la población, en una
antigua sabana oblicua, ubicada al norte de la misma, denominada “Sanjón de los
Capuchinos”, por la abundancia de monos de este nombre. En este lugar —entre
los caminos de Barquisimeto y San Carlos—, los soldados republicanos improvisan
un ligero campamento, mientras las fuerzas realistas se repliegan en la sabana,
a guarnición de los bosques de la quebrada de Araure y el río Acarigua.
Españoles entre la laguna y la quebrada
Privilegiado
por haber llegado a Araure desde el día 3, el Ejército español se aprovecha de
La Galera como “mirador” para vigilar el campamento de Bolívar. Durante la
colonia, estas pequeñas filas o galeras fueron conocidas como “Lomas de
Chaquea”, y pertenecieron al linaje de doña Margarita Chaquea, madre del futuro
héroe araureño Juan Guillermo Iribarren. Las lomas conforman el final de una
meseta donde, desde antaño, existió una “laguna cenagosa”, detrás de donde el
brigadier Ceballos colocó su tren de artillería. Sobre este espejo de agua, el
joven Austria anotó: la sabana “tenía un lago de bastante circunferencia, que
sin duda, impedía la regularidad de los movimientos” (p. 335).
La
caballería, según testigos, las colocaron Yáñez y Ceballos amparadas por el
follaje del río Acarigua, y otro tanto, bajo el bosque de galería de la
quebrada de Araure. Sobre estas ventajas de los españoles, Urdaneta refiere:
“algunos matorrales salientes hacia la sabana, le daban la facilidad de ocultar
cualquier movimiento de la caballería”.
Sobre
lo acontecido durante el día, Urdaneta registró en sus memorias: “El 4, no
habiendo ocurrido novedad en el día anterior, siguieron la marcha, y por la
tarde acamparon frente al pueblo de Araure en campo raso. Este pueblo está
situado en la suave pendiente que arranca desde la sabana de su nombres hasta
donde se llama la Galera, que es el término de esa pendiente, y desde allí se
forma otra sabana más elevada que termina en las vegas del río Acarigua. El
enemigo ocupaba la Galera, quedando, por consiguiente, á sus pies el pueblo de
Araure y divisando el campamento de Bolívar” (p. 33).
Campo iluminado por fogatas
Al
anochecer, según el testimonio del Padre José Félix Blanco, las patrullas de
vigilancia del Ejército Libertador observan que Ceballos ilumina la
circunferencia de su campamento “con inmensas candeladas; sin duda, para evitar
una sorpresa ó golpe de mano de nuestra parte”. Aplazado el combate para el
siguiente día, e iluminado el campamento español con aquellas enormes fogatas,
El Libertador, acompañado de su Estado Mayor y principales oficiales, estudia
las condiciones del terreno y posición del ejército realista.
“Por
la noche, nada ocurrió”, escribió en el Boletín del Ejército Libertador, Tomás
Montilla. El ejército patriota pasa la noche en perfecta tranquilidad. Años más
tarde, recordando aquella sensible dilación, antes de entrar en combate, el
joven Austria escribiría: “sensible demora para el entusiasmo de los defensores
de la Libertad”; y agrega “se dio el toque de silencio cuando el oscuro manto
de una noche tenebrosa cubrió aquellos campos en donde reposaban tantos
valientes que impacientes querían arrancar de los arcanos del destino la
inteligencia de su futura suerte” (“Bosquejo de la historia militar”; Ib. p.
335). La batalla será, infaliblemente, al siguiente día.
5 de Diciembre de 1813
Seis horas de batalla en Araure
El domingo 5 de diciembre de 1813, al amanecer, el Ejército Libertador levanta
su improvisado campamento levantado enfrente de Araure y se pone en movimiento.
Las fogatas de la noche anterior hicieron creer a los republicanos una retirada
de los españoles de sus posiciones en La Galera. Así lo recoge el Padre Blanco:
“confirmó esta sospecha al amanecer la falta de Diana en su ejército...”
(Blanco; 1983, “Documentos para la historia de la Vida Pública de El
Libertador”, Tomo IV, p. 506).
Entrada del Ejército en Araure
A
las seis de la mañana, dispuso El Libertador que la vanguardia de Manuel
Manrique —reforzada con 200 caballos y 600 infantes— marchara oblicuamente
sobre La Galera, a objeto de realizar un “prudente reconocimiento” y determinar
si las columnas realistas están en llano alto o cerca del río Acarigua. Bolívar
y el resto del ejército se dirige al pueblo de Araure, y entra por la calle que
conduce al frente de la iglesia. En la plaza, el caraqueño se informa que el
ejército español se compone “únicamente” de 3.500 hombres, como lo escribió
días después a Mariño: “por los informes recibidos antes en la misma Villa de
Araure”. Una vieja tradición oral recoge que el caraqueño entró a la iglesia y
oró a los pies de la imagen de Nuestra Señora del Pilar, y lavó sus manos en
una jofaina de porcelana, azul claro, por muchos años celosamente conservada en
el templo de Araure.
Matanza de los cazadores
Cumplidos
estos actos privados, ordena a las divisiones seguir marcha por el “camino real
de Guanare”, y “por un sendero a mano derecha” subir a la Galera. El resultado
sería funesto: poco después de atravesar la Quebrada de Araure y una vez
alcanzada la meseta, Tomás Planas con una compañía de Cazadores, viendo la
línea española frente a la laguna, carga sobre ella. Rudesindo Canelones corre
con sus carabineros para sostenerlo, y Manrique se suma a la refriega con el
resto.
La
imprudencia costó a los patriotas 200 muertos y la pérdida total de los
caballos de los cazadores. Apenas pudieron salvarse el jefe Manrique y 20 jinetes
por tener los mejores caballos, quienes a galope descienden hasta la plaza para
imponer a Bolívar del funesto suceso. En La Galera, quienes sobreviven son
llevados al campamento de español donde son fusilados sin contemplaciones,
mientras toman de los caídos sus armas y uniformes. En este primer encuentro se
encontró Pedro Camejo, “El Negro Primero”, para entonces en las filas
realistas, quien se encontró quitándole el dormán a un cazador muerto. El
Cuartel General se haya aún en Araure cuando se escuchan los tiros de cañón.
Bolívar forma al ejército
Impuesto
El Libertador del desastre de la vanguardia, asciende a La Galera. Pasan por
sobre los cadáveres de sus compañeros; y al llegar a la colina, debajo de un
inmenso árbol —donde hoy se levanta un monumento— Bolívar dispone el ejército
en cuatro divisiones: (Vanguardia) Manuel Manrique, batallón “Valerosos
Cazadores”; (Centro) Florencio Palacios con el Sin Nombre; (Retaguardia) Manuel
Villapol y José María Ortega con los vencedores de Vigirima; y (Reserva)
Vicente Campo Elías con el “Barlovento”, caballerías de Barinas de Briceño
Pumar, y de San Carlos de Teodoro Figueredo, Dragones de Caracas de Rivas
Dávila y escuadrón “Lanceros de Ospino” comandados por el larense Mateo
Salcedo.
Formado
el ejército en batalla, Briceño Méndez afirma que El Libertador “procuró
inspirar confianza a sus tropas con un discurso vehemente capaz de excitar el
entusiasmo en los corazones más fríos...”. Austria también recuerda “aquellas
palabras de fuego con que sabía inflamar el pecho de los guerreros”; mientras,
el Padre Blanco argumenta: “pero la sangre humeante de los Valerosos Cazadores
era el más elocuente discurso”.
Ataque a la bayoneta
Separado
El Libertador de la primera línea, ordena el “ataque a la bayoneta” bajo fuego
de artillería. Para evitarlo, Urdaneta destina a los capitanes de Dragones
Nicolás Briceño y Mateo Salcedo tomar dos piezas de cañón ubicadas detrás de la
laguna. La operación se ejecuta con bravura, como lo describe Urdaneta: “La
primera línea de batalla se mueve de frente, y cuando se desordenaba se hacía
alto y se rehacía. Así se anduvo hasta tiro de pistola que fue cuando el Mayor
General dio orden de abrir los fuegos [...] Bastaron cinco minutos de fuego
para desordenar la infantería de los españoles porque se hacía avanzando y tan
sostenido que parecía un gran trueno”. El testimonio es similar al del Padre
Blanco: “atacar á la bayoneta bajo los [fuegos] de la infantería y artillería
del enemigo, que vomitaban como bocas del infierno; arrollarlo y vencerlo, fue
todo obra de 10 minutos; ¡y á nadie se dio cuartel!...”.
Tomados
dos cañones, el batallón Sin Nombre, lanza en mano corre por el centro mientras
la infantería carga a la bayoneta. El choque de sables, fusiles y lanzas deja
tendidos en la circunferencia de la laguna más de mil muertos. Quienes pueden
sortear la matanza y rodean la laguna, alcanzan el campamento español y
capturan nuevas piezas y se apoderan de las banderas de Numancia y Borbón. Un
mes después, recordando el ímpetu de sus soldados, Bolívar escribirá a Santiago
Mariño que sus tropas tenían “una vivacidad que no hubieran tenido las más
aguerridas europeas”.
Bolívar cuerpo a cuerpo
Descompuesta
la infantería del rey, Ceballos ordena a Yáñez cargar con su caballería por el
flanco derecho, en una maniobra envolvente. Desde la colina Bolívar ordena a la
caballería de Briceño detener el choque, lo que se torna en una mezcolanza de
hombres y animales. Siendo inferior en número, la caballería de Barinas
comienza a retroceder. Entonces, El Libertador, compromete la escolta de
Dragones y Lanceros de Ospino, que es la caballería que le queda. Desenvaina su
espada y carga contra la caballería española, en un encuentro brutal que
alancea más de 500 jinetes del temible “Ñaña”. Sobre este dramático episodio,
Briceño Méndez reseña: “El General Bolívar vio perdida la batalla y para
contener al enemigo y rehacer la caballería que huía fue volando a ponerse al
frente de nuestra reserva compuesta de dos escuadrones, Dragones de Caracas y
Lanceros de Ospino. Corre con este cuerpo y da de repente sobre la cabeza de la
columna de caballería enemiga que no se atrevió a resistir el choque”. Fue la
única vez, en todo el territorio de Venezuela, que se vio a Bolívar
entremezclarse, cuerpo a cuerpo, en medio de un campo de batalla.
Derrota de los españoles
Completamente
derrotados, a uña de caballo los españoles escapan hacia Guanare, dejando sobre
el campo toda la artillería, provisiones y numerosos prisioneros. En la sabana
de Guache, franqueado el río Acarigua, Yáñez “quiso hacer alto con alguna
caballería”, intento repelido por el capitán de Dragones, Mateo Salcedo,
amparado por el arrojo de su compañía y algunos cazadores del “Barlovento”.
Los
últimos toques de corneta del ejército que ordenaron retirada, se escucharon
sobre el campo a la una de la tarde. La Batalla de Araure dura seis horas; y
más de 2.000, de ambos bandos, han quedado muertos o heridos, la mayoría del
campo realista. Las pérdidas del ejército republicano alcanzan los 800 muertos
y heridos.
Mientras
Villapol recorre el campo y toma el botín de guerra, El Libertador encabeza la
persecución de los monárquicos, y llegan hasta el pueblo de La Aparición de la
Corteza, donde acampan y se instala el Cuartel General.
6 de Diciembre de 1813
Fusilamientos en La Aparición de la Corteza
El lunes 6 de diciembre de 1813, el Ejército Libertador amanece en el pueblo de La Aparición de La Corteza, tres leguas al sur de la Villa de Araure. Instalado el Cuartel General, Tomás Montilla escribe: “El General en Jefe ha marchado a la cabeza de las tropas, hasta este lugar por donde pasó Ceballos, acompañado de sólo 20 hombres, poco antes de ser ocupado por nuestras tropas”.
Apresamientos y fusilamientos
El
brigadier español José Ceballos escapó por la serranía de Biscucuy, rodeó los
llanos y apareció luego en Guayana; mientras Yáñez, por el camino de Guanare,
se rehabilita en Apure para morir en febrero del siguiente año en la Batalla de
Ospino. Escriben el Padre José Félix Blanco y el general Urdaneta que, en el
espanto de la derrota, muchos realistas creyeron que el mejor modo de salvarse
era subirse a la copa de los árboles, de donde los bajaban a balazos
“tirándolos como monos”. Los prisioneros son conducidos a La Aparición. El
Boletín del Ejército afirma que eran “más de 300”, de los cuales se habrían
ejecutado más de 100.
Tomás
Montilla tiene para los derrotados estas
palabras: “El pavor con que los españoles
han abandonado todos los puntos que poseían, no los ha dejado pensar en estos
valerosos, que sin duda destinaban a sufrir la muerte [...]”. Y así fue, a
todos los ejecutaron.
Sobre
estos fusilamientos, recogió don Manuel Barrios Freites, primer cronista de
Araure, que los patriotas celebraron mucho la captura de un zambo llamado
Francisco Parra —“Chuca Galeno”—, guerrillero realista quien en las montañas de
Terepaima asesinaba a los fugitivos de Tierritas Blancas. Sin contemplaciones,
“fue fusilado en el acto”. Austria, por su parte, afirma que los prisioneros
sumaban 600, asentando que, el 5 en la noche, La Aparición de la Corteza ofrecía
a los ojos de la “humanidad y la filosofía” un horroroso espectáculo, al ser
ejecutados numerosos prisioneros a quienes “la atroz conducta de los españoles
condenó a la muerte, en represalia de innumerables, de repetidos, y recientes
hechos en Barinas, Guanare, Barquisimeto y Puerto Cabello, en donde sin respeto
ni consideración alguna, se vertió a torrentes la sangre de los patriotas”. Y
refiriendo los planes de los españoles, agrega: “no contentos ni saciada una
tan implacable saña, habían armado y emboscado a los indios de Acarigua, en sus
mismos bosques, para que luego que fuesen derrotados los independientes, como
ellos lo esperaban, confiado en su numeroso ejército, los ayudasen a
perseguirlos y a matarlos”.
En La Aparición
La
misma noche, en La Aparición, Tomás Montilla escribe un oficio para José Félix
Ribas, Comandante de Caracas, encabezado con estas palabras: “El día 5 de
diciembre será un día de gloria para Venezuela”; y en el boletín Nº 25: “Los
soldados de la República se han llenado de una gloria inmortal en esta
memorable jornada en que el más grande ejército que jamás ha combatido contra
Venezuela, ha sido vencido...”.
Para
la literatura de inspiración histórica, Rumazo González imagina la madrugada de
La Aparición con esta descripción: “Todos duermen profundamente esa noche,
agobiados de emociones y fatiga; todos, excepto los heridos y los que lloran al
compañero, al hermano, al pariente. Bolívar no duerme; ocúpase en preparar
órdenes, en pasar revista en persona a los heridos, en hacer que los moradores
del pueblo den lo que tengan a las tropas”. Lo mismo hace el Padre Blanco,
capellán del ejército, recordado en Araure por Austria en estos términos:
“siempre consolador, y afable amigo del infortunado, que postrado y herido,
solo él le consolaba y ayudaba hasta sus últimos momentos [...] acompañó al
desgraciado, cualquiera que fuesen sus banderas, con una verdadera misión
evangélica”.
Inventario del campo
Cuando
amanece el 6 de diciembre, arriba desde Araure el coronel Manuel Villapol,
quien a las 12 del mediodía concluye la recolección del botín tomado a los
españoles en el campo de batalla. En el boletín, Montilla enumera: 9.000 pesos,
800 fusiles, 9 piezas de cañón de a seis, 1 reforzado 4 y 2 3 cónicas, y ocho de bronce; 40 cajas de guerra
con algunos pitos, 4 banderas de infantería, la de Numancia, dos de Borbón, y
otra de sangre o encarnada; 260 cartucheras, 30 cajones de cartucho con balas,
16 cargas de pertrechos de cañón, 2 cajones de lanzas, 25 barras de acero, 125
cargas de sal, diversas cargas de víveres como frijoles, galletas; 2 cargas de
sebo, y muchas bestias de carga y de silla, aperadas.
Batallón “Vencedor de Araure”
A
media mañana, —frescas aún las emociones de la victoria— se forman las tropas
en el pueblo. Entonces, en actitud solemne, El Libertador recorre la formación
a caballo y exalta el comportamiento de los batallones Caracas, Barlovento, La
Guaira y Valencia. A los “Dragones” les concede el título de “Soberbios
Dragones”; y exalta al batallón Sin Nombre quien, a ocho minutos de la batalla,
tomó “a viva fuerza” banderas españolas. El elogio fue redactado por Montilla:
“El General en Jefe que le veía obrar estos prodigios de bravura le concedió el
nombre de Vencedor de Araure, y hoy le ha hecho el presente de una bandera en
recompensa de las que arrancó a viva fuerza a los Batallones españoles,
diciéndoles: “Soldados: Vuestro valor ha ganado ayer en el campo de batalla un
nombre para vuestro cuerpo, y aun en medio del fuego, cuando os vi triunfar, le
proclamé el Batallón Vencedor de Araure. Habéis quitado al enemigo banderas que
un momento fueron victoriosas; se ha ganado la famosa llamada invencible de
Numancia. Llevad soldados esta bandera de la República. Yo estoy seguro que la
seguiréis siempre con gloria”. El Batallón Vencedor de Araure recibió la
bandera del Libertador con transportes de gozo, y prorrumpió en vivas y
aclamaciones” (Boletín del Ejército Libertador Nº 25, La Aparición, 6 de
diciembre de 1813).
La bandera de Numancia
Un
cuadro de Arturo Michelena pintado en edad temprana, en 1883, dedicado a su
abuelo paterno quien falleció en Araure, representa esta emotiva escena que
reivindica al bizarro batallón. Montados sobre corceles, Bolívar entrega a
Palacios, un estandarte. Aunque el valenciano ilustra el óleo con un simbólico
pabellón español, la bandera entregada correspondió a la del batallón
“Numancia”. El estandarte aún existe, y se encuentra en el Museo Nacional de
Bogotá, bajo el registro número 104. Perteneció durante algún tiempo al general
Carlos Soublette, y fue donado en 1826 por sus descendientes al patrimonio
cultural de Colombia. Se afirma que aún presenta visibles manchas de sangre.
Concedió
también Bolívar en La Aparición, la “Orden de los Libertadores de Venezuela” a
Manuel Villapol, Florencio Palacios y al capitán de los “Dragones”, Mateo
Salcedo. Otros autores sostienen que El Libertador decretó un “Escudo de
Araure” para ser llevado como insignia de hombros.
Concluida
la ceremonia, se preparan a partir. Bolívar, lleva los ojos horrorizados de
muerte, y reflexiona para Venezuela un documento trascendental.
7 de Diciembre de 1813
El martes 7 de diciembre de 1813, el Ejército Libertador va a acampar en el
pueblo de San Carlos. Concedidos elogios y condecoraciones, en La Aparición
Bolívar reorganiza el ejército. García de Sena y Urdaneta marchan a Barinas,
reforzados por columnas de Florencio Palacios, Francisco Conde, el “Vencedor de
Araure”, escuadrón de “Dragones” y caballería de Barinas. Campo Elías subirá
por las montañas de Biscucuy para posesionarse de El Tocuyo, mientras Villapol
y el “Barlovento”, tomarán Barquisimeto y San Felipe.
Regreso por Araure
¿Dónde
pernoctó El Libertador la noche del 6 de diciembre?. Es asunto aún no
esclarecido. Se sabe que salió de La Aparición ese día; y que el 7 está en San
Carlos. Se ha sostenido por generaciones que, después de la batalla, se ofreció
en Araure un baile a El Libertador en una casona colonial de la villa, actual
propiedad Sedek Dávila, pero es impensable suponer que haya ocurrido la misma
noche de la batalla: el 5 pernocta en La Aparición y están fusilando
prisioneros; y el 6 marcha a Valencia por el camino de San Carlos. Con menos
urgencias y hechos de sangre, el baile debió ocurrir en Araure el 24 de julio
de 1813, en momentos que Bolívar arriba a la villa en medio de la Campaña
Admirable; y la tradición oral se encargó con el tiempo de mezclar ambas
estadías de El Libertador en Araure.
Con
respecto al día posterior a la batalla, puede inferirse por las distancias, que
Bolívar haya hecho una parada en Araure el 6, y hasta es probable que haya
pernoctado en la villa antes de partir a San Carlos. Se sabe que el caraqueño
entró al templo. Por lo menos así lo recogió el Hermano Nectario María:
“después de la batalla de Araure el Libertador entró a la iglesia y se persignó
tomando agua” en una pila bautismal ya desaparecida. Para entonces, era párroco
de Araure el Padre Ramón Manuel Tirado. Lo que es seguro es que —haya pasado o
pernoctado en Araure—, el día seis avanza con escasos oficiales. Austria, asoma
algunos detalles: “El Libertador, acompañado de sus Secretarios y Estado Mayor,
regresó desde la Aparición para Valencia...”.
Páez liberado en Barinas
Liberados
los pueblos de la comarca barinesa y región del Portuguesa, un hecho
trascendente ocurrió en Barinas. El día 6 en la noche, el perverso Antonio Puy
abandonada la ciudad, sin ocuparse de nada ni de nadie, dejando en la cárcel a
115 prisioneros “puestos en capilla” para se ejecutados, entre ellos a José
Antonio Páez. Viéndose los presos sin guardianes, escaparon de la cárcel y se
marcharon a sus casas. La victoria de Araure le ha salvado la vida.
A
pesar de que Páez atribuye su salida de la cárcel a un hecho fortuito, ligado a
la protección de las ánimas, Vicente Lecuna descubrió una carta que esclarece
el episodio. Se trata de un oficio del mayor general Vicente Becerra, gobernador
realista de la provincia de Barinas, dirigido al general Juan Manuel Cagigal y
Niño, fechado en aquella ciudad el 28 de agosto de 1814, que puntualiza: “Puy
quien hacía de Gobernador, abandonó esta ciudad en la noche del 6 de diciembre
a consecuencia de la derrota o dispersión de nuestro ejército en Araure”
(Lecuna, “Crónica razonada de las guerras de Bolívar”; Tomo I, p, 169, nota Nº
70). Y afirma Lecuna que en la calle, un amigo quitó a Páez los grillos que lo
ataban a una segura muerte.
El
incidente ha debido ser contado por Páez al propio Bolívar, tras haberlo
conocido en el Apure en 1818, lo que explica que, cuando sobrevengan las
diferencias colombinas, El Libertador escriba desde Coro al lancero el 23 de
diciembre de 1826: “¿Qué no me deben todos en Venezuela, y hasta Vd. no me debe
la existencia?” (Bolívar, “Obras completas”; México: 1978, vol. IV, p. 49).
También Páez reconocerá las glorias de Araure en carta del 10 de marzo de 1838,
en oficio al ayuntamiento araureño, afirmando que Araure “se hizo célebre y
recomendable en la lid de la independencia”, más el agregado: “Que el nombre de
Araure sea siempre glorioso, siempre heroico, es el deseo con que más
justamente puedo corresponder a la honrosa distinción que me hacen mis
paisanos” (WB, “Araure una historia para la Historia”, 1984, p. 234).
Indulto a los americanos
Pero
la Batalla de Araure no solo ha salvado la vida del lancero. Desde la noche del
día cinco, El Libertador ha comenzado a meditar un perdón a los venezolanos.
Los fusilamientos de La Aparición, las muertes presenciadas en el campo de
batalla, los asesinatos ocurridos en Guanare y Araure días previos a la
jornada; los horrores de sangre y muerte; todo, mueve sus sentimientos. Así
entonces, en el itinerario La Aparición-Araure-San Carlos, decide dictar una
amnistía general; y el 7 de diciembre escribe en San Carlos un “Indulto a los
americanos”, que entre otras reflexiones expresa: “¡Habitantes de Venezuela!.
Todos los soldados que sostenía a los opresores de Barinas y del Occidente han
sido destruidos. La victoria de Araure [...] ha sepultado en la nada el más
numeroso ejército [...] Mis sentimientos de humanidad no han podido contemplar
sin compasión el estado deplorable a que os habéis reducido”.
Más
adelante agrega: “Yo os empeño mi palabra de honor de olvidar todos vuestros
pasados delitos, si en el término de un mes os restituís a vuestros hogares”. Y
exponiendo las razones de su indulgencia, decreta: perdonar a todo americano
que se presente a la autoridad de su pueblo; y admitirles en el seno de sus
hogares sin persecución “por haber servido en el ejército español” (Escritos
del Libertador; tomo V, ps. 327-328). A pesar del altruismo, el decreto no
surte ningún efecto. Francisco Javier Yánez, diputado por Araure en 1811, escribió
que Bolívar pensó que esta victoria “produciría un saludable desengaño en los
criollos alucinados que volverán al seno de la patria, si se olvidaban sus
extravíos” (“Relación documentada...”; 1943, tomo I, p. 137). No ocurrió así, a
pesar de que el 20 de diciembre el arzobispo Narciso Coll y Prat emitió una
pastoral valorando la proclama, y el 28 de enero de 1814, Bolívar ratifica la
amnistía. “Todo fue inútil —escribe Lecuna—: Hombres embrutecidos o fanatizados
no podían discernir lo más conveniente a su bienestar definitivo, o como dijera
Bolívar en otra oportunidad “los pueblos ignorantes, son ellos mismos
instrumentos de su propia destrucción” (Ib. ps. 171-172). Más dramático, Rumazo
González afirma: ello se debió a “ese basto conglomerado de analfabetos que es
Venezuela” (Bolívar; 1981, p. 90).
Como
haya sido, gracias a la Batalla de Araure, fue la primera vez que El Libertador
mostró interés en sosegar el espíritu de su decreto de Guerra a Muerte que
conducirá los años sucesivos. Pero surgirá en los llanos el demonio de José
Tomás Boves, y se rehacen los españoles. De no haber sido así, sobre la sabana
araureña se hubiese levantado el arco de Carabobo, toda vez que, el 5 de
diciembre de 1813, Simón Bolívar destruyó en Araure al ejército más poderoso
que hasta entonces oprimía a la naciente república.
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